miércoles, 18 de agosto de 2004

Un poquito de la India

Bueno, al fin, a costa de mi sueño, puedo encontrar un rato para escribir largo y tendido como la ocasión se merece.

Llevo tres días aquí y me parece que llevo muchísimo más.

Seguramente, la India es mucho de lo que todos imaginamos siempre: hay mucha pobreza. Todo esta sucio y huele mal en general. Las alcantarillas son abiertas y las calles, estrechísimas y sin asfaltar, de tierra naranja que con las lluvias se convertirá en un barrizal tremebundo. Ahora que no ha llovido, todo se llena del polvo que levanta el trafico de locos que hay aquí, compuesto principalmente de bicis, riksaws motorizados (les llaman «autos», pronunciado «otos») y motos, en las que casi siempre van dos personas o más, las mujeres sentadas de lado. En las calles más anchas y en las carreteras, que suelen estar asfaltadas, también hay autobuses, camiones, coches viejísimos, tipo los de Cuba -aunque aquí son todos blancos, los famosos Ambassador- y algunos coches modernos, que llaman la atención.


La parada de "autos" que hay delante de la oficina de PDI

Por las calles pasean libremente los animales, principalmente unas cabritas pequeñitas la mar de monas, aunque también hay alguna vaca, pero nada famélicas, como las que se ven en televisión. Al contrario, bastante gordechas. Hace un rato, sin ir mas lejos, he visto una rascándose alegremente la cabeza con el manillar de una bicicleta. A veces se ven gallinas, pero pocas.

Cuando recorro las calles a toda pastilla, asomada tímidamente por la «puerta» del auto (pongo «puerta», entre comillas, por que no es mas que un espacio abierto), a veces pienso que Tiruchy debe de parecerse bastante a lo que eran nuestras ciudades antiguas, con sus calles enrevesadas, sus talleres de pequeños artesanos, con el artesano trabajando sentado a la puerta, los vendedores pregonando su mercancía, los animales sueltos... aunque claro, aquí no hay caballos y entonces no había bicicletas ni autos.

Hay puestos de frutas maravillosos, con granadas pequeñas, pero de granos grandes y muy rojos, manzanas pequeñitas, perecidas a las de San Juan, guayabas, plátanos grandes y pequeños, e incluso de color naranja, chirimoyas, mangos, papayas, piñas, cocos verdes, para beber su agua y maduros, para comerlos y otras frutas que ni sé cómo se llaman. Algunos de estos puestecitos tienen ruedas y sus dueños los transportan de aquí a allá en sus bicicletas, pregonando la mercancía.

Y siempre hay movimiento: sea la hora que sea, se ve gente en la calle. Aunque parezca increíble, cuando veníamos en coche desde Chennai (Madras) veíamos gente a lo largo de todo el camino. ¡Y eso que salimos a la una y llegamos a las 7! Algunas de esas personas estaban durmiendo en el suelo, porque también es cierto eso de que mucha gente vive y duerme en la calle.

Los suburbios son otra cosa. En los suburbios las casa son todas de paja y adobe. Y pequeñas, muy pequeñas, con una sola habitación donde toda la familia come, duerme, vive y a veces se pelea y se mata. Por desgracia, demasiadas veces. Ayer conocí a una mujer... bueno, a una chica, porque sólo tenia 21 anos, aunque ya era madre de dos hijos, que dormían en el suelo sobre una estera, protegidos del calor por un ventilador eléctrico que probablemente tuviera casi tantos anos como su madre. Pues esta madre, nos contó que tenía «problemas» con su marido, por eso su hermana estaba viviendo ahora en la casa de al lado. Los problemas en concreto eran que el marido le pegaba, incluso embarazada. La última vez (con una tripa de 9 meses) la roció de queroseno y sólo la intervención de los vecinos pudo salvarla de la muerte.



Por suerte, ahora intervienen los vecinos. Ya no les parece normal que un marido queme viva a su mujer y corren a llamar a la oficina del proyecto a avisar a la trabajadora social para que llame a la policía cuando se oyen gritos en alguna casa.

Pero en los suburbios también he visto más cosas. He visto como unos niños sonrientes, limpios y bien peinados, se levantaban corriendo para venir a saludarnos, aunque la profesora de la clase de apoyo les dijese que no nos molestasen. En los proyectos de IND no se construye nada (eso es tarea del gobierno, no nuestra), así que las clases se dan bajo un árbol del suburbio o en el templo, pero les permiten recuperar el nivel normal para su edad y aspirar a recibir educación secundaria y quien sabe si más.

También he conocido a Rani, que con sus 22 años ya tiene 3 niños: uno de dos años y medio y dos gemelos recién nacidos. Rani era dinamizadora de uno de los suburbios, es decir, que su trabajo consistía en motivar a los demás habitantes y ayudar a organizar actividades de muchos tipos. Cuando se quedo embarazada del primer niño lo dejó, pero quiere volver cuando los gemelos sean un poco más mayores y no la necesiten tan continuamente. Ha estudiado hasta 10º curso y no quiere estudiar más, aunque su marido le insista para que lo haga. Ella dice que sólo quiere ser animadora, para que se apunte más gente al proyecto y poder ayudarles. Cuando María le dice que si estudia más podrá ayudar mejor al proyecto y a la comunidad, pone cara de que se lo va a pensar.

En general, la gente de los suburbios es amable y curiosa, sobre todo curiosa hacia mí. Seguramente nunca han visto una tía tan blancucha :-D El otro día no pararon hasta que aceptamos un zumo de mango cada una, que por cierto, estaba fresquito y delicioso. Los más entusiastas son los niños. Ayer conocí a uno llamado Kumar, que tendrá unos 9 años y que va para artista de cine. Se mete en el bolsillo a una habitación llena de gente en menos que canta un gallo. Como se descuiden, lo meto en la maleta y me lo llevo pa España.

Kumar y su hermana posan orgullosamente

Hoy hemos tenido un concurso de dibujo y otro de relatos. El tema, en ambos casos, era la repercusión del proyecto en las vidas de los participantes. Se presentaron 90 personas sólo en las categorías de discapacitados y mujeres de los grupos de ahorro. La más pequeña, una niña sorda y con malformaciones congénitas de unos 7 años. La mayor, una mujer de pelo totalmente blanco, que hizo con gran estilo un dibujo a favor del cuidado de la naturaleza.

Todavía nos queda un concurso de teatro. Los relatos de hoy y el teatro del próximo día son en tamil, claro. No me entero de nada, pero es bonito ver la manera de contar de cada uno y cómo reacciona el público. Estoy deseando que sea la entrega de premios, porque la gente está emocionadísima con el concurso. Es que estas personas tienen mucha ilusión, muchas ganas de hacer cosas y esta más que claro que en cuanto se les da la más mínima oportunidad, se ponen a ello con todas las ganas.

Es muy tarde ya, así que me voy a acostar, pero no sin antes informar del lado frívolo: ya me he comprado toda mi colección de verano de churidares y estoy de lo más mono :-) También he comprado algunos regalitos para llevar. Es agradable mezclarse entre la multitud de las zonas de tiendas, aunque, por desgracia, mi paliducha piel y mi pelo claro me delatan a kilómetros y todos se me quedan mirando. No me extraña, María es la única no india que he visto desde que estoy aquí... ¡Pero es que ella da el pego!

Besos para todos (esta despedida va en honor a mi hermano querido)

PD: ¿Alguien me puede contar un poco como van las Olimpiadas?
PDD: Mamá, pregúntale a Pepucha qué talla calza Carola, que le tengo que comprar unas sandalias, que me las encargó.
PDDD: Especial para Bea. Pichón, que cuando estaba embarcando en Vigo, a un pobre chico le hicieron dejar en tierra un abrelatas o sacacorchos o algo así, así que ya sabes, la lima de uñas y el cortaúñas, facturados.

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