viernes, 27 de agosto de 2004

Me derrito

Poco a poco van pasando los días y solo me quedan cinco en la India, cuatro en Tiruchy. La sensación de que ya no me queda nada aquí se acentúa porque ya tenemos planificado lo que vamos a hacer cada uno de esos días, salvo el ultimo en Chennai, que no tenemos claro a que nos dedicaremos, porque parece ser que hay mucho que visitar.

Hoy a última hora de la tarde se marcha Vinay, pero antes tendremos tiempo de visitar algún templo y hacer algunas compras. El día se avecina caluroso de los temibles, así que me armaré de paciencia y de crema solar. Ojalá me hubiera traído el abanico que me regalo Marisa. Llamaría un montón la atención, pero francamente, a estas alturas ya no me importa, estoy más que acostumbrada a los ojos que me miran fijamente a medio metro de mi cara.

Ayer el curso estuvo bien, pero yo me aburrí un poco porque la mayoría de las cosas que tratamos ya las tengo más que superadas, pero aquí hay que bajarse a los mínimos más mínimos.

En un ejercicio, nos dividimos en cinco grupos: cuatro tenían que encontrar una solución a un problema que planteaba María y el otro tenia que decidir cuál había encontrado la solución más adecuada. El primer problema: las niñas dejan el colegio cuando alcanzan la pubertad. La solución: realizar una campaña de concienciación entre los padres sobre los beneficios de la educación. Parece que sobre el tema de los estudios los años de trabajo están dando buenos frutos y cada vez nos encontramos más madres y padres en los suburbios que quieren que sus niñas (y sus niños, claro, pero eso ya era bastante habitual) terminen la primaria e incluso la secundaria.

Lo peliagudo vino con el segundo problema: el 80% de las mujeres sufre algún tipo de violencia (malos tratos, violaciones, acoso sexual, etc.). Las soluciones en realidad consistían en “buscar explicaciones” para esta situación ―las mujeres casadas no deberían llevar churidar, sino sari; los problemas de las dotes; la mezcla de hombres y mujeres en el transporte publico; el alcoholismo, etc.― e intentar modificar esas causas, echando sobre todo la carga nuevamente sobre los hombros de las mujeres. A ningún grupo se le ocurrió que el pegar o violar a una persona nunca esta justificado, que no importa si llevas churidar o pantalón vaquero o minifalda; que por muy atestado que vaya el bus, los hombres no tienen derecho a toquetear a las mujeres como si les perteneciesen y que lo que hay que hacer para acabar con estas situaciones es concienciar a la sociedad de que la violencia contra las mujeres es un delito y no es justificable, que las que la sufren deben de encontrar apoyo y protección y que hay que denunciar a los agresores y juzgarlos. Estos conceptos para ellos resultan totalmente nuevos y a algunos y algunas les cuesta asimilarlos. Pero no nos debería extrañar, porque en el oído de muchas españolas todavía resuena el famoso “tienes que aguantar, por los niños”. Hasta que los niños se quedan sin madre.

Hoy no esta Ambal. Se marchó ayer todo contento con sus amigos a una boda. Nosotras planeábamos llevarnos a Manimekalai de juerga, es decir, a cenar fuera, pero al llegar a casa estábamos tan cansadas que cenamos y nos metimos en cama a las nueve y cuarto, cual gallináceas. Teniendo en cuenta el desfase horario, en España eran las seis menos cuarto. Bonita hora para acostarse. Me va a costar un poco volver a mis horarios habituales cuando regrese.

Y hablando de regresar, tengo unos horarios de vuelo abominables: salimos de Chennai el miércoles a la una y veinte de la mañana (o sea, siendo ya jueves) y llegamos a Frankfurt a las siete y veinte, hora local. Nueve horas y media de vuelo p’al cuerpo. Allí, nos espera la tontería de nueve horas largas de aeropuerto hasta las cinco menos diez que nos sale el vuelo a Madrid. Menos mal que María tiene amigos en Frankfurt y a lo mejor nos vienen a buscar y nos dan un garbeíllo. De todos modos, el garbeíllo tendrá que ser a su casa o algún otro sitio calentito, porque no vamos pertrechadas para el tiempo que esta haciendo en Alemania, por lo que nos han dicho. A Madrid llegamos a las siete y veinte de la tarde y nos tocan otras dos horas de aeropuerto hasta las nueve y media, que salimos para Santiago. No hay que olvidar que normalmente, a esas alturas yo en la India (donde será la una de la mañana) llevo unas dos horas dormida, como mínimo. La llegada, si todo va bien, es a las once menos veinte del jueves dos. Roguemos a San Cucufate por que nuestras maletas lleguen felizmente a destino y no se vayan de viaje sin nosotras a Kuala Lumpur.

Por cierto, mama, si te falta alguna moneda de Alemania, avísame, que intentare conseguírtela. De momento te tengo guardados los cambios que me dieron en el duty free del aeropuerto a la ida, pero creo que ya las tienes: un euro, cincuenta céntimos y veinte céntimos.

Tras este breve mensaje personal que sin duda sabréis perdonarme, porque al estúpido de mi servidor no le da la gana de enviar los emilios que escribo con tanto amor, os dejo porque me espera la ducha y el desayuno. No os quejéis, que ayer publiqué dos artículos y hay mucho que leer.

A los de Galicia, siento que agosto os haya venido pasado por agua, pero pensad que aquí llevan tres años esperando a que llueva (soy una mala persona, lo se). A los que estéis disfrutando de la playa o la piscina, sabed que os odio profundamente (la envidia me corroe) :-D Nat, si estas leyéndome, aquí serias muy feliz, no tendrías frío nunca.

Besos acaloraos.

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