Este fin de semana ha sido de lo más aprovechadito. El sábado tuvimos el concurso del personal, en las categorías de dibujo y relatos orales y escritos. De los relatos no os puedo contar nada, porque todavía no sé de qué van, porque evidentemente están en tamil.
De los dibujos, me impresionó el de la ganadora del equipo del proyecto contra el SIDA y el VIH, porque además de estar muy bien dibujado, contaba su propia historia personal: cómo antes del proyecto ella trabajaba de coolie de sol a sol y por cuatro rupias. Es un dibujo precioso y los que vivís en Galicia lo podréis ver pronto en la exposición que vamos a montar con los trabajos ganadores. Os animo a visitarla, porque va a ser de lo más interesante.
Después del concurso y el reparto de premios, que nos volvió a tocar a María y a mi, vino la sesión de cierre y conclusiones de la visita con las animadoras de cada suburbio y los coordinadores de nuestro proyecto (Rajalingam, Rebeca y Analakshmi). Fue un momento tremendo, porque para mí fue como el principio de mi despedida. La gente dijo cosas muy bonitas y me di cuenta de que, al menos a las animadoras, nos las iba a ver más por lo menos hasta dentro de dos años, si es que puedo volver para entonces. Me puse muy triste y no quise decir nada, porque tenía la lagrimilla al borde del ojo y no quería llorar.
Lo mismo me paso anoche, que fue la despedida de Manimekalai. Esta mañana, a las 6, se marcho a un congreso a Chennai, así que ya no la veremos antes de marcharnos. Fue muy triste despedirnos, porque Manimekalai ha sido un encanto conmigo todo este tiempo y me ha tratado de lo mejor, sin conocerme de nada. Y sabes que no la vas a ver en mucho tiempo y encima, ni siquiera le puedes dar un abracito ni nada, porque aquí la gente solo se toca por casualidad. Es frustrante esa sensación.
El domingo, tocaba jornada festiva. Bueno, la mañana no fue festiva precisamente, porque María y yo asistimos la reunión mensual con los beneficiarios del proyecto del SIDA y el VIH. Para que os hagáis una idea, os contaré que en todo el estado de TamilNadu, que es una enormidad, con una población de 60 millones de personas, solo se pueden conseguir los medicamentos retrovirales en Chennai (Tiruchy esta a unos 320 km, lo que aquí significa 7 horas de coche). Bueno, eso el que se los pueda pagar, porque el precio es absolutamente prohibitivo. Creo recordar que Bobby me dijo que el precio es de unas 1.200 rupias al mes. En los suburbios, la gente gana entre 30 y 50 rupias al día, pero hay que tener en cuenta que no trabajan todos los días, porque dependen de la estación, de que haya trabajo, etc. Y cuando hablo de suburbios, no os penséis que son dos barrios marginaos, es una enorme parte de la población. Por ejemplo, en el proyecto del SIDA están trabajando en 72 suburbios, ni mas ni menos.
En el proyecto, como no se pueden conseguir retrovirales, se instruye a los beneficiarios sobre que hábitos pueden ayudar a mejorar su calidad de vida (por ejemplo, la alimentación, no reinfectarse, etc.) y se les proporciona tratamiento para las enfermedades que el SIDA les origina. Aun así, aquí la esperanza de vida para los enfermos es muy pequeña, acaso dos años.
Pero como iba diciendo, el domingo fue un día de celebraciones. Primero porque era el día en que María hacia su representación de Bharatanatiam, que le salio muy bien, aunque la asquerosa de la profesora no colaboró a ello precisamente. La tía le cambio la música y el orden de los pasos (para que fueran acordes con la música) dos horas antes de la representación. Además de María, bailo una niña que iba a clases con la misma profesora y que lo hacia de maravilla, era impresionante.
Fue un espectáculo ver como le iban poniendo encima todas las cosas del traje. Primero un postizo de pelo, que le llegaba la trenza casi hasta la rodilla. Luego todo el maquillaje, que no es ninguna tontería, porque son capas y capas. Y encima, te pintan la raya del ojo con una orquilla. Es para no perdérselo, vamos... A continuación, te cubren de diademas, pendientes, collares, pulseras, etc. por todas partes y luego todo lo que se denomina finamente cogote, con guirnaldas de jazmines. Para terminar, te enrollan una súper guirnalda de jazmines alrededor de la trenza. Las flores son preciosas, pero el enjoyamiento es para echarse a correr. Además, el maquillaje está diseñado para personas de piel muy oscura y a María no le favorecía, precisamente.
El bailoteo se celebro en la azotea de la casa de Sangheeta (la profesora), donde instalaron una carpa de muchos colores, como la que sale en La boda del monzón y después de terminados los bailes, nos ofrecieron dulces indios (a mí me gusta especialmente una especie de mousse naranja muy consistente que se llama kesari), bananas, café y una especie de Tang que seguramente la Sangheeta considerara muy distinguido, pero que es un asco. Vamos, a mí donde se me ponga un Frooti, que se quite todo :-)
Después del chow, Maria y yo invitamos a Ambal, Manimekalai y Kabin a cenar en el mejor restaurante de Tiruchy, como pequeña muestra de nuestro agradecimiento por lo bien que se han portado con nosotras, sobre todo conmigo, que no me conocían de nada y me han tenido en su casa como una más de la familia. Cenamos fuera, en un jardín, bajo un tejadito de madera recubierta de palma. A la mitad de la cena se puso a llover y se veían los relámpagos a lo lejos, fue muy chulo, aunque no tuvieran helado de mango (que me voy a ir de la India sin probarlo).
Como llovía, Manimekalai y Kabin, que habían venido en la moto con Ambal, se vinieron en el auto con nosotras, con la mala suerte de que nos tocó uno especialmente pequeño e íbamos como sardinas en lata, apechugándonos en cada bache y en cada curva. Eso si, nos partíamos de la risa.
Y al llegar a casa, como ya os he dicho, tocó la despedida. Mañana tocará la del personal del proyecto, espero ser capaz de aguantar la lagrimilla.
En fin, no me voy a enrollar más, que tenemos mucho que hacer: hoy toca traducir todos los relatos y las obras de teatro. ¡Casi nada!
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