domingo, 22 de agosto de 2004

Hasta el lunes

Ayer por la tarde me sentí en un documental. Habíamos ido a Ramamurthinagar, a visitar a una beneficiaria de las más antiguas del proyecto, pero cuando llegamos resultó que no estaba. Además, en el suburbio estaban de celebración y el estruendo de la música que salía de los altavoces que habían instalado impedía cualquier tipo de conversación, así que nos fuimos al suburbio de al lado a entrevistar a unas mujeres del grupo de autoayuda y a una beneficiaria del programa para discapacitados.


Casas del suburbio de Ramamurthinagar

Para los que no esteis muy familiarizados con los programas de IND, os contaré un poco lo que es un grupo de autoayuda. Varias mujeres de un suburbio (en este son 21) se juntan para ahorrar. Se abre una cuenta mancomunada que esté a nombre de todas, de modo que ninguna tenga el control y ellas acuerdan quién será presidenta, quién secretaria, quién tesorera y cuál debe ser su aportación mensual, que suele ir entre 20 y 50 rupias (entre 35 y 90 céntimos, más o menos el salario de un día de trabajo). Cuando juntan un poco de dinero, cualquiera de las integrantes del grupo puede pedir un crédito, para tapar un agujero, para pagar un gasto imprevisto, para comprar una gallina... El grupo decide qué créditos se conceden, el plazo de devolución y el interés y de este modo, los ahorros van creciendo. Cuando un gupo lleva un tiempo funcionando bien, se hace una inyección de dinero que les permita concederse créditos de más importancia, por ejemplo, para comprar una máquina de coser y hacerse modista (aquí es muy habitual comprar la tela y encargar que te cosan el churidar o la blusa del sari), comprar unas cabras, abrir una «petty shop» o un puesto de frutas, etc. El único requisito para entrar en el grupo es apuntarse a las clases de educación no formal. De este modo se cumplen dos funciones: la primera, no «dar» las cosas así por así, que las beneficiarias no aprendan a esperar limosnas, sino a conseguir las cosas con su trabajo y su interés, y la segunda, que aprecien una ventaja inmediata de la alfabetización, es decir: poder gestionar su dinero en el banco, saber leer lo que ponen las cartillas y los extractos, sumar y restar, etc. Y es que resulta muy difícil convencer de la importancia y la utilidad de estudiar a una persona que lleva 30 años en este mundo apañándoselas de lo mejor con su analfabetismo.

Reunión de un grupo de autoayuda

Pero volviendo al documental, cuando íbamos hacia la oficina en el auto, pasamos otra vez por el festival de Ramamurthinagar y con estos ojitos miopes pude observar a uno de esos tíos que agarran un pincho de semejante tamaño y se atraviesan las mejillas de parte a parte. Llevaba en la cabeza un tocado de flores en forma de semicircunferencia y no sé que alalalos colgando (no me dio tiempo a verlo muy bien) y allí estaba el hombre, todo quieto, con el pincho aquel atravesándole la cara de lado a lado, mientras los demás lo observaban con gran interés. Casi me da un paralís.

Después de comer y antes de ir al suburbio, pude comprobar que mis pies no están hechos para la India. Fuimos a comprar sandalias y en toda la tienda no había ni una sola de mujer que me sirviera. ¡Ni una sola! Al final me compré unas de hombre que a mí me gustan mucho, pero no os creáis que fue tan fácil la cosa, que al final casi no encuentro ninguna que me valga. Al parecer tengo el empeine demasiado curvado. Para las damas que me habéis encargado sandalias, cogí las más grandes que había para mujer, espero que os sirvan. Si no, que sepáis que puse empeño y gran amor :-)

Y siguiendo con el lado frívolo de la visita, también entramos en una tienda de artesanía. Casi me vuelvo turulata. De no ser por el espacio limitado de mis maletas, me llevo la tienda entera. No os podéis imaginar que cosas tan bonitas y a qué precios. Al final compré un Ganesh (el dios elefante) de terracota y un elefante negro cubierto de espejitos para mí y un par de regalitos para un caballero que vive en Baiona. Cuando ya nos íbamos de la tienda, descubrí la sección de colchas y similares y huí a toda pastilla antes de que el diablillo de mi hombro derecho le ganase la partida al angelito de la izquierda. La verdad es que cuando me dejó llevar por mi lado consumista aquí me vuelvo loca, porque todo es tan barato...

Cambiando de tema, empiezo a controlar el acento indio, lo que me congratula, porque los primeros días me sentía francamente imbécil. Además, empiezo a llevarme con el personal de PDI, sobre todo con Analakshmi, la trabajadora sanitaria y Rajalingam, que no tengo muy claro cual es su cargo, pero que parece un poco el chico para todo.

Analakshmi es todo sonrisas y canta con una voz prodigiosa. Es bajita, como casi todas las indias y tiene el pelo rizado, aunque lo lleva siempre en trenza, como no. Es muy alegre y espabilada y habla bastante bien inglés y además, dejó de llamarme «madam» a la primera que se lo pedí.

A ver si adivináis cuál es Analakshmi

Rajalingam es muy, muy delgadito y muy tímido. Dice «madam» cada 3 palabras y tartamudea un poco cuando habla con nosotras, porque nos considera «importantes», pero mucho más cuando habla con Ambal, que es su jefe. Con los beneficiarios no tartamudea, ni es tímido, sino que hace bromas y juega con los niños. Sus tartamudeos y su timidez se los causaron las brutales palizas que le pegaba su padre de pequeño, que le crearon un trauma, aunque parece que el trabajo en PDI le esta ayudando a superarlo poco a poco. Me da mucha rabia no poder comunicarme mejor con él, porque me gustaría hacerme su amiga.

También está Rebecca, a la que María llama «beauty queen» porque es muy guapa y se preocupa mucho por su aspecto. Es un poco como una niña, porque se aturulla un poco y se deja engañar por los beneficiarios que, por vergüenza, a veces no cuentan la verdad de cuánto ganan, de por qué han dejado de trabajar o de por qué llevan una venda.


Rebecca, alimentando a una cabra muy a su pesar :-D

Aunque para mí, la más guapa de todas, sin discusión, es Uma. Con ella no tengo relación porque no habla inglés, sólo nos sonreímos y nos saludamos, o le doy las gracias cuando me trae algo. Es impresionante, una belleza espectacular. Bajita, menuda, de piel muy, muy oscura y perfecta, con unos ojos negros, pero negros de verdad. Seguramente aquí no la consideren muy guapa, porque lo que gustan son las mujeres de piel cuanto más clara mejor y entradas en carnes. Os podéis imaginar que causo sensación :-D

Pero bueno, mi popularidad alcanza cotas insospechadas entre los niños. El otro día cometimos el error involuntario de intentar fotografiar la tienda que tiene Kabitha, una beneficiaria del programa para discapacitados, frente a un colegio a la hora de la salida. Resultó totalmente imposible, porque los niños nos rodearon como la marabunta gritando «hello, hello» y «yar name?». Yo sufro mucho, porque me encantan los niños, pero no puedo hacerles caso, porque como cometas el error de comunicarte con uno puedes morir aplastada por la avalancha. Sin ir más lejos, ese mismo día le dí la mano a uno y acto seguido tenia 15 o 20 manos tendidas hacia mí. Luego nos siguieron por todo el suburbio y se quedaron a la puerta de la casa que fuimos a visitar, esperando a que saliéramos. Era muy gracioso, porque a cada rato, la animadora salía a la puerta a «axotarlos», como si fueran gallinas.

La tienda de Kabitha, con Kabitha y su hermano dentro

Las animadoras son mujeres de cada suburbio que se dedican a identificar a las personas con problemas, que pueden acogerse a alguno de los programas y a motivar a todo el mundo para que se meta en los grupos de ahorro, en los clubes medioambientales, en las clases, que visiten a la trabajadora social, a planificación familiar, etc. También se dedican a llevar las estadísticas del suburbio y pasar esa información a la oficina de PDI. Y por supuesto, nos acompañan en las visitas a su suburbio.

Dentro de nada se marchará Ambal al templo, así que tengo que ir cortando, pero antes, os contaré algunas cosas curiosas o graciosas de la India:

-Cuando dan marcha atrás, los coches emiten una musiquilla que puede ser cualquier cosa, desde tamil tradicional hasta cumpleaños feliz.

-En las tiendas propiamente dichas (no en puestecillos ni furanchos) te ponen sillas frente al mostrador, para que te sientes mientras te enseñan los productos y te traen un refresco. ¡Que aprenda El Corte Ingles!

-A los restaurantes les llaman hoteles.

-En las calles, hay señales que dicen «Obedezca las señales de tráfico». Les hacen el mismo caso que a las demás.

-En la parte de atrás de todos los camiones y autos pone «toque el claxon». A esto sí que le hacen caso.

Y ahora sí que sí. Os dejo, que me espera mi deliciosa ducha. ¡Yuju!

PD: Mañana domingo no vendré a la oficina, así que no hay crónica. Hasta el lunes.

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