martes, 31 de agosto de 2004

Goodbye, Tiruchy

Pues nada, se acabó lo que se daba, nos piramos. Hoy es mi último día en Tiruchy y lo pasaremos atando los últimos cabos y haciendo las maletas. En el ordenador de Maria suena una triste canción de Juan Perro que no contribuye precisamente a animarme. Sé que pronto voy a ver a toda la gente que quiero y a poder disfrutar de las comodidades de una cama como Dios manda y a librarme del calor, pero me parece que la alegría por todo eso no llegará hasta que lleve un buen rato en el avión. De momento lo único que siento es pena por dejar esta tierra y a estas personas, muchas de las cuales considero ya mis amigos.

Me llevo 7 carretes de fotos, una maleta llena de regalos, los tobillos hinchados, el pelo enrojecido del sol, tres picaduras de mosquito que no dejan de picar, dos nighties, siete churidares, un par de sandalias y un precioso tatuaje de henna que me hizo ayer Bobby y que se irá borrando poco a poco . Lo que no se borrará nunca son los recuerdos y las experiencias que he compartido aquí y que en cierta medida han cambiado muchas cosas.

Mañana me espera un día en el bochorno de Chennai y después 25 horas de viaje. Nos vemos a la vuelta.

lunes, 30 de agosto de 2004

Las primeras despedidas

Este fin de semana ha sido de lo más aprovechadito. El sábado tuvimos el concurso del personal, en las categorías de dibujo y relatos orales y escritos. De los relatos no os puedo contar nada, porque todavía no sé de qué van, porque evidentemente están en tamil.

De los dibujos, me impresionó el de la ganadora del equipo del proyecto contra el SIDA y el VIH, porque además de estar muy bien dibujado, contaba su propia historia personal: cómo antes del proyecto ella trabajaba de coolie de sol a sol y por cuatro rupias. Es un dibujo precioso y los que vivís en Galicia lo podréis ver pronto en la exposición que vamos a montar con los trabajos ganadores. Os animo a visitarla, porque va a ser de lo más interesante.

Después del concurso y el reparto de premios, que nos volvió a tocar a María y a mi, vino la sesión de cierre y conclusiones de la visita con las animadoras de cada suburbio y los coordinadores de nuestro proyecto (Rajalingam, Rebeca y Analakshmi). Fue un momento tremendo, porque para mí fue como el principio de mi despedida. La gente dijo cosas muy bonitas y me di cuenta de que, al menos a las animadoras, nos las iba a ver más por lo menos hasta dentro de dos años, si es que puedo volver para entonces. Me puse muy triste y no quise decir nada, porque tenía la lagrimilla al borde del ojo y no quería llorar.

Lo mismo me paso anoche, que fue la despedida de Manimekalai. Esta mañana, a las 6, se marcho a un congreso a Chennai, así que ya no la veremos antes de marcharnos. Fue muy triste despedirnos, porque Manimekalai ha sido un encanto conmigo todo este tiempo y me ha tratado de lo mejor, sin conocerme de nada. Y sabes que no la vas a ver en mucho tiempo y encima, ni siquiera le puedes dar un abracito ni nada, porque aquí la gente solo se toca por casualidad. Es frustrante esa sensación.

El domingo, tocaba jornada festiva. Bueno, la mañana no fue festiva precisamente, porque María y yo asistimos la reunión mensual con los beneficiarios del proyecto del SIDA y el VIH. Para que os hagáis una idea, os contaré que en todo el estado de TamilNadu, que es una enormidad, con una población de 60 millones de personas, solo se pueden conseguir los medicamentos retrovirales en Chennai (Tiruchy esta a unos 320 km, lo que aquí significa 7 horas de coche). Bueno, eso el que se los pueda pagar, porque el precio es absolutamente prohibitivo. Creo recordar que Bobby me dijo que el precio es de unas 1.200 rupias al mes. En los suburbios, la gente gana entre 30 y 50 rupias al día, pero hay que tener en cuenta que no trabajan todos los días, porque dependen de la estación, de que haya trabajo, etc. Y cuando hablo de suburbios, no os penséis que son dos barrios marginaos, es una enorme parte de la población. Por ejemplo, en el proyecto del SIDA están trabajando en 72 suburbios, ni mas ni menos.

En el proyecto, como no se pueden conseguir retrovirales, se instruye a los beneficiarios sobre que hábitos pueden ayudar a mejorar su calidad de vida (por ejemplo, la alimentación, no reinfectarse, etc.) y se les proporciona tratamiento para las enfermedades que el SIDA les origina. Aun así, aquí la esperanza de vida para los enfermos es muy pequeña, acaso dos años.

Pero como iba diciendo, el domingo fue un día de celebraciones. Primero porque era el día en que María hacia su representación de Bharatanatiam, que le salio muy bien, aunque la asquerosa de la profesora no colaboró a ello precisamente. La tía le cambio la música y el orden de los pasos (para que fueran acordes con la música) dos horas antes de la representación. Además de María, bailo una niña que iba a clases con la misma profesora y que lo hacia de maravilla, era impresionante.


Fue un espectáculo ver como le iban poniendo encima todas las cosas del traje. Primero un postizo de pelo, que le llegaba la trenza casi hasta la rodilla. Luego todo el maquillaje, que no es ninguna tontería, porque son capas y capas. Y encima, te pintan la raya del ojo con una orquilla. Es para no perdérselo, vamos... A continuación, te cubren de diademas, pendientes, collares, pulseras, etc. por todas partes y luego todo lo que se denomina finamente cogote, con guirnaldas de jazmines. Para terminar, te enrollan una súper guirnalda de jazmines alrededor de la trenza. Las flores son preciosas, pero el enjoyamiento es para echarse a correr. Además, el maquillaje está diseñado para personas de piel muy oscura y a María no le favorecía, precisamente.

El bailoteo se celebro en la azotea de la casa de Sangheeta (la profesora), donde instalaron una carpa de muchos colores, como la que sale en La boda del monzón y después de terminados los bailes, nos ofrecieron dulces indios (a mí me gusta especialmente una especie de mousse naranja muy consistente que se llama kesari), bananas, café y una especie de Tang que seguramente la Sangheeta considerara muy distinguido, pero que es un asco. Vamos, a mí donde se me ponga un Frooti, que se quite todo :-)

Después del chow, Maria y yo invitamos a Ambal, Manimekalai y Kabin a cenar en el mejor restaurante de Tiruchy, como pequeña muestra de nuestro agradecimiento por lo bien que se han portado con nosotras, sobre todo conmigo, que no me conocían de nada y me han tenido en su casa como una más de la familia. Cenamos fuera, en un jardín, bajo un tejadito de madera recubierta de palma. A la mitad de la cena se puso a llover y se veían los relámpagos a lo lejos, fue muy chulo, aunque no tuvieran helado de mango (que me voy a ir de la India sin probarlo).

Como llovía, Manimekalai y Kabin, que habían venido en la moto con Ambal, se vinieron en el auto con nosotras, con la mala suerte de que nos tocó uno especialmente pequeño e íbamos como sardinas en lata, apechugándonos en cada bache y en cada curva. Eso si, nos partíamos de la risa.

Y al llegar a casa, como ya os he dicho, tocó la despedida. Mañana tocará la del personal del proyecto, espero ser capaz de aguantar la lagrimilla.

En fin, no me voy a enrollar más, que tenemos mucho que hacer: hoy toca traducir todos los relatos y las obras de teatro. ¡Casi nada!

domingo, 29 de agosto de 2004

Un poco de relajo

Si es verdad eso de que el sufrimiento fisico purga los pecados, ayer quede limpia de los que he cometido en esta vida, de los que me quedan por cometer y de alguno de mi proxima reencarnacion.

Como ya explique ayer, fuimos a visitar un templo, vamos el templo tocho de Tiruchy, como si estuvieramos en Leon y fuesemos a ver la catedral. Es que aqui hay templos enormes (modelo catedral), templos normales (modelo iglesia), minitemplos (tipo capillita), y microtemplos (tipo hornacina incrustada en la pared). Los minitemplos y los microtemplos estan por todo cuanto lado hay. Pero bueno, como iba diciendo, la visita fue una experiencia dolorosa porque en los templos hay que entrar descalzo y dada la hermosa temperatura que nos acompaño ayer, de unos 90 grados centigrados, las losas de piedra estaban como para hacerse unos langostinitos a la plancha en ellas. Asi que ya me veis a mi, corriendo a los saltitos de manera bastante ridicula en busca de la siguiente sombra. Yo me acordaba de los tios estos que cruzan las hogueras con las mujeres a cuestas en no se que fiestas tradicionales, pero vamos, esos a mi lado son unos pringaos, porque me gustaria a mi verlos cruzarse un patio del tamaño de la plaza de la Quintana sobre losas al rojo. Payos, sus juro por la gloria del patriarca, que si llego a estar en Atenas pulverizo algun record.

Por si fuera poco, a la entrada nos cascaron 10 rupias y luego tuve que pagar la friolera de 50 (el precio por cubierto de una comida en un restaurante) por el derecho a sacar fotos con mi propia camara. Direis que soy una pringada por pagarlas, pero es que 50 rupias no llegan a un euro y para un dia que me hago la torista, pues me apetecia sacar fotos. Ademas, una vez dentro, nos encontramos con que un monton de zonas estaban restringidas a los no hindues, asi que en cuanto me veian el careto, nos echaban p’atras. Y yo venga a decir, te lo juro por Visnu, payo, que yo soy mas hindu que nadie. Pero no colaba. Con Maria dudan y le preguntan si es de Karnataka (donde son mucho mas blanquitos que en TamilNadu). Ella, como sabe canares, les dice que si y tan contenta. Pero yo no doy el pego, claro.

En un sitio que si nos dejaron entrar, habia un altarcito con tres dioses de oro tamaño Nancy comunión que no llegue a saber bien cuales eran. Entrabas a una habitacioncita (todo esto de piedra) y habia el altarcito ese y un sacerdote de esos que van con una vestimenta que parece un pañal. El hombre nos solto un discurso en tamil, del que no me entere de nada, claro y luego nos echo por la cabeza un agua de flores que olia muy bien, nos puso un momentito un gorro de plata y nos dio unas hierbas que supuestamente habia que comerse, pero yo decidi que se las comiera Rita y me las guarde en la mano, para luego tirarlas en donde mejor me pareciese.

En fin, que al final, tanto darnos con la puerta en las narices acabo cabreando bastante a Vinay y a Maria, que en su vida habian visto eso de lugares restringidos para no hindues en los templos, asi que decidimos marcharnos. Yo di gracias mentalmente a Dios y a todos los santos por el fin del martirio y cuando recupere mis sandalias estuve besandolas 45 minutos con los ojos bañados en lagrimas.

Despues de esta grata experiencia, nos fuimos de compras, porque Vinay queria llevarles un churidar a su mujer y a su hija y yo aproveche para comprar tambien los ultimos regalos y de paso una chal de cachemir para mi, que no me pude resistir.

Por cierto, que con este calor se me estan hinchando los tobillos que no se que parezco. Ayer le dije de coña a Ambal que me habia picado un mosquito y habia pillado elefantiasis y el tio se lo creyo. Luego se quedo mas tranquilo al ver que el otro estaba igual y al explicarle yo que por la noche se me deshinchan bastante, pero que a lo largo del dia se me van hinchando otra vez. La primera semana no me pasaba, pero es que estos dias hace tanto calor que hasta los de aqui se quejan. La calle esta llena de gente con paraguas.


Pido disculpas si ofendo sensibilidades con esta foto, pero es para que os apiadéis de mí

Y hablando de paraguas, aqui sigue sin llover, pero por Karnataka debe de haber llovido a mares, porque han abierto la exclusa y ayer pude contemplar la hermosa vision del rio lleno de agua cuando ibamos en el taxi camino del templo. Una estampa muy diferente a la que vi a mi llegada y que, de alguna manera, me alegro un monton por dentro, sobre todo al ver la sonrisa de Bobby.

Maria me ha dicho que ahora saldran los cocodrilos. No se si se refiere a que saldran de los huevos o de su escondrijo, pero anda que no me haria ilusion ver uno. A ella no le hace un pelo de gracia, porque parece ser que el otro dia aparecio uno enorme en casa de unos señores, pero yo le he dicho que no sufra, que a la nuestra no pueden entrar, que no saben subir escaleras :-D Ahora espero que no se pongo ninguno a montar guardia en el portal :-P

A la noche, como se marchaba Vinay en el tren de las ocho, fuimos a despedirlo a la estacion. Tiruchy es un nido ferroviario y la estacion es bastante enorme. Hacia un calor bastante importante, pese a los ventiladores de techo que hay en los andenes. El tren llego con media hora de retraso, pero bueno, al menos pude ver un tren indio por dentro, que no parece precisamente el colmo de la comodidad (y no estoy teniendo en cuenta el aspecto del baño). Se me quitaron las ganas de ir en tren a Madras para pillar el avion. Intentamos sacarnos una foto dentro, pero pasaban miles de personas por los pasillos y desistimos. Asi que cuando el tren empezo a moverse, dejamos a Vinay bien empaquetadito dentro y nos fuimos, no sin antes parar en un puestecillo a que yo me comprase una botella de litro de Maa, o sea, zumo de mango. Creo que en la India sere recordada por siempre como “Frooti” (otra marca de zumo de mango), debido a las cantidades industriales que consumo. Bobby dice que me va a conseguir un barril para que me lo lleve pa España :-D

Bueno, os tengo que dejar, porque hoy Maria ha llegado un poco antes y ya nos tenemos que poner manos a la obra con el aseo y el desayuno. Hoy tenemos el concurso del personal del proyecto nuestro y del del SIDA, asi que va a ser un dia de lo mas aprovechable. Ya os contare mañana.

viernes, 27 de agosto de 2004

Me derrito

Poco a poco van pasando los días y solo me quedan cinco en la India, cuatro en Tiruchy. La sensación de que ya no me queda nada aquí se acentúa porque ya tenemos planificado lo que vamos a hacer cada uno de esos días, salvo el ultimo en Chennai, que no tenemos claro a que nos dedicaremos, porque parece ser que hay mucho que visitar.

Hoy a última hora de la tarde se marcha Vinay, pero antes tendremos tiempo de visitar algún templo y hacer algunas compras. El día se avecina caluroso de los temibles, así que me armaré de paciencia y de crema solar. Ojalá me hubiera traído el abanico que me regalo Marisa. Llamaría un montón la atención, pero francamente, a estas alturas ya no me importa, estoy más que acostumbrada a los ojos que me miran fijamente a medio metro de mi cara.

Ayer el curso estuvo bien, pero yo me aburrí un poco porque la mayoría de las cosas que tratamos ya las tengo más que superadas, pero aquí hay que bajarse a los mínimos más mínimos.

En un ejercicio, nos dividimos en cinco grupos: cuatro tenían que encontrar una solución a un problema que planteaba María y el otro tenia que decidir cuál había encontrado la solución más adecuada. El primer problema: las niñas dejan el colegio cuando alcanzan la pubertad. La solución: realizar una campaña de concienciación entre los padres sobre los beneficios de la educación. Parece que sobre el tema de los estudios los años de trabajo están dando buenos frutos y cada vez nos encontramos más madres y padres en los suburbios que quieren que sus niñas (y sus niños, claro, pero eso ya era bastante habitual) terminen la primaria e incluso la secundaria.

Lo peliagudo vino con el segundo problema: el 80% de las mujeres sufre algún tipo de violencia (malos tratos, violaciones, acoso sexual, etc.). Las soluciones en realidad consistían en “buscar explicaciones” para esta situación ―las mujeres casadas no deberían llevar churidar, sino sari; los problemas de las dotes; la mezcla de hombres y mujeres en el transporte publico; el alcoholismo, etc.― e intentar modificar esas causas, echando sobre todo la carga nuevamente sobre los hombros de las mujeres. A ningún grupo se le ocurrió que el pegar o violar a una persona nunca esta justificado, que no importa si llevas churidar o pantalón vaquero o minifalda; que por muy atestado que vaya el bus, los hombres no tienen derecho a toquetear a las mujeres como si les perteneciesen y que lo que hay que hacer para acabar con estas situaciones es concienciar a la sociedad de que la violencia contra las mujeres es un delito y no es justificable, que las que la sufren deben de encontrar apoyo y protección y que hay que denunciar a los agresores y juzgarlos. Estos conceptos para ellos resultan totalmente nuevos y a algunos y algunas les cuesta asimilarlos. Pero no nos debería extrañar, porque en el oído de muchas españolas todavía resuena el famoso “tienes que aguantar, por los niños”. Hasta que los niños se quedan sin madre.

Hoy no esta Ambal. Se marchó ayer todo contento con sus amigos a una boda. Nosotras planeábamos llevarnos a Manimekalai de juerga, es decir, a cenar fuera, pero al llegar a casa estábamos tan cansadas que cenamos y nos metimos en cama a las nueve y cuarto, cual gallináceas. Teniendo en cuenta el desfase horario, en España eran las seis menos cuarto. Bonita hora para acostarse. Me va a costar un poco volver a mis horarios habituales cuando regrese.

Y hablando de regresar, tengo unos horarios de vuelo abominables: salimos de Chennai el miércoles a la una y veinte de la mañana (o sea, siendo ya jueves) y llegamos a Frankfurt a las siete y veinte, hora local. Nueve horas y media de vuelo p’al cuerpo. Allí, nos espera la tontería de nueve horas largas de aeropuerto hasta las cinco menos diez que nos sale el vuelo a Madrid. Menos mal que María tiene amigos en Frankfurt y a lo mejor nos vienen a buscar y nos dan un garbeíllo. De todos modos, el garbeíllo tendrá que ser a su casa o algún otro sitio calentito, porque no vamos pertrechadas para el tiempo que esta haciendo en Alemania, por lo que nos han dicho. A Madrid llegamos a las siete y veinte de la tarde y nos tocan otras dos horas de aeropuerto hasta las nueve y media, que salimos para Santiago. No hay que olvidar que normalmente, a esas alturas yo en la India (donde será la una de la mañana) llevo unas dos horas dormida, como mínimo. La llegada, si todo va bien, es a las once menos veinte del jueves dos. Roguemos a San Cucufate por que nuestras maletas lleguen felizmente a destino y no se vayan de viaje sin nosotras a Kuala Lumpur.

Por cierto, mama, si te falta alguna moneda de Alemania, avísame, que intentare conseguírtela. De momento te tengo guardados los cambios que me dieron en el duty free del aeropuerto a la ida, pero creo que ya las tienes: un euro, cincuenta céntimos y veinte céntimos.

Tras este breve mensaje personal que sin duda sabréis perdonarme, porque al estúpido de mi servidor no le da la gana de enviar los emilios que escribo con tanto amor, os dejo porque me espera la ducha y el desayuno. No os quejéis, que ayer publiqué dos artículos y hay mucho que leer.

A los de Galicia, siento que agosto os haya venido pasado por agua, pero pensad que aquí llevan tres años esperando a que llueva (soy una mala persona, lo se). A los que estéis disfrutando de la playa o la piscina, sabed que os odio profundamente (la envidia me corroe) :-D Nat, si estas leyéndome, aquí serias muy feliz, no tendrías frío nunca.

Besos acaloraos.

jueves, 26 de agosto de 2004

Nolo me tangere

Ayer fue un día intenso. Tuvimos la primera sesión curso de formación para el personal sobre la discriminación de las mujeres. María es la encargada de impartirlo, yo solo participo como “estudiante”, como todo el personal de PDI.

Esta resultando muy interesante ver las opiniones y los comportamientos adquiridos. Por ejemplo, hablando de la integración de la mujer en el mundo laboral, explicaba María que cuando vuelven de trabajar, se enfrentan ellas solas al cuidado de los hijos y el trabajo de la casa y que salir a trabajar fuera era solo un primer paso. Cuando preguntamos cual es el siguiente para conseguir un verdadero equilibrio entre el papel en el trabajo publico y domestico para ambos sexos, todo el mundo nos miraba con ojos confundidos, nadie sabía que decir. Por increíble que parezca, ninguno de los 27 participantes, ni siquiera las mujeres, fue capaz de sugerir el reparto de las tareas entre hombre y mujer. Para ellos la simple idea de un hombre barriendo la casa es inverosímil. O más bien inconcebible. Nuestra solución al problema resulto bastante chocante y genero un inmediato debate en el que las mujeres opinaban que era una excelente idea y los hombres, más bien lo contrario. Algo muy exótico, que solo pasa en la India…

Después de la pausa para el te de la mañana, nos dividimos en grupos para tratar cada uno un tema mediante una actividad y luego, por la tarde, realizar una puesta en común. Uno de los grupos se ocupaba de la sociedad y tenia que salir a la calle con una Polaroid y sacar fotos de anuncios o situaciones que mostrasen la discriminación de las mujeres; otro se encargaba de los medios de comunicación y tenia que montar una típica película tamil, para después analizar los papeles que se les suponen a los hombres y a las mujeres; en otro grupo, que se encargaba del ámbito familiar, tenían que dibujar a sus familias; y otro, que se ocupaba del lenguaje, tenia que analizar dichos y refranes tamiles en los que se menosprecia o discrimina a la mujer. Por ultimo, mi grupo se ocupaba de la sexualidad. Nos dieron 16 cartulinas en las que había una frase escrita (que por cierto, las escribí yo el día anterior), que podía salir de los labios de un hombre o de una mujer. Las frases eran del tipo: “puedo mostrar mi cuerpo libremente”, “debo esperar siempre a que mi pareja de el primer paso”, etc. Nuestro trabajo consistía en determinar a que sexo correspondía el comportamiento mostrado en cada tarjeta, según los cánones sociales y luego debatir si esto era correcto o no, si se debía cambiar y como, etc.


(De izquierda a derecha) Analakshmi, yo y Rebecca mostramos nuestros cartelitos, aunque no se lee nada...

La verdad es que resulto una odisea, porque me encontré con muchísimos problemas. El primero, el hecho de que en la India cualquier cosa relacionada con la sexualidad, incluso muchas que para nosotros son de lo más inocente, como ponerle la mano en el hombro a alguien, son tabú. Los indios rara vez se tocan (menos los niños, que tocan a quien mas les place) y mucho menos se acarician o se besan en publico o delante de personal alguna. En las películas no se ve un beso ni que los maten, ni siquiera entre personas casadas, ni siquiera el beso del final, como en las pelis de los años 50. Nada, aquí la gente ni se besa, ni mucho menos hace otras cosas más “impúdicas”. Me pregunto de donde saldrán tantos niños. Porque mira que hacen niños... Así que claro, con este panorama, me resultaba dificilísimo que abrieran la boca. Rebecca, por ejemplo, se limitaba a ponerse colorada, partirse de risa y esconder la cara detrás del palú. Vinay, que también estaba en mi grupo, era el que mas participaba, y poco a poco, conseguí que se metiera en el asunto Farruk (otro de los chicos de la oficina) y Analakshmi, que la pobre tenia dolor de muelas.

El segundo problema radicaba en mi propia existencia, porque el resto de los integrantes del grupo se dedicaban a buscar mi aprobación en las respuestas y a mi lo que me interesaba era que dieran sus verdaderas opiniones, no que dijeran lo que ellos creían que yo quería oír. Me pase todo el rato repitiendo que ni yo era una profesora, ni esto era un examen, ni mi opinión era mejor que la de nadie. Al final, tuve que utilizar la táctica de hablar en último lugar, para que no se limitasen a repetir lo que yo decía o a asegurarme que estaban de acuerdo.

De todos modos, estoy muy orgullosa de las conclusiones a las que llegaron sobre la sexualidad, que son las siguientes:

1- Hay que respetar a los demás y no imponer tus criterios ni tus deseos
2- La sexualidad es una cuestión de libertad personal y todos debemos de ser libres para tomar nuestras propias decisiones
3- El deseo sexual no es cosa de hombres, también las mujeres lo sienten

El momento de la exposición de nuestro trabajo y nuestras conclusiones ante el resto de los participantes también genero un poco de debate, porque nadie quería hablar de eso delante de los demás, pero al final nos repartimos el trabajo y quedo la mar de bien.

El resto de los grupos fueron también muy interesantes, aunque sin duda el que se llevo la palma fue el de la película, que representaron con entusiasmo y maestría. Era la triste historia de una chica cuyos padres le habían concertado matrimonio con un elemento de mucho cuidado. Cierto día, el individuo en cuestión se estaba dedicando a darle una pequeña zurrilla a su novia, cuando llego un joven apuesto y varonil a salvarla de los tortazos de su prometido. Por supuesto, la bella y graciosa moza se enamoro de su salvador. Aquí, insertamos una amena escena de bailoteo amoroso alrededor de un árbol, tan típica de las películas indias. A veces es alrededor de un árbol y otras, en lugares exóticos, como la muralla china, Estados Unidos, los Alpes o cualquier otro que les plazca. ¿Como llegan allí los protagonistas? Nadie lo sabe, ni les importa ¿pero a que queda bonito? En fin, después del bailoteo de cortejo, entra en escena la familia de la protagonista, que, junto con la futura familia política, no esta por la labor de que la niña se les fugue con el primer Spiderman del tres al cuarto que se cruce en su camino, así que se la llevan, la encierran en casa y de paso, le pegan otra zurra, para que aprenda. ¿La solución? Pues nada, veneno que te crío y trágica muerte en la ceremonia matrimonial. Cada uno que saque sus conclusiones.

El público se desternillaba y aplaudía a rabiar, porque la actuación lo merecía. Lo malo es que estas cosas pasan en la realidad todos los días. Y eso ya no tiene gracia.

Tampoco tuvo ninguna gracia cuando llegamos al tema de la violencia contra las mujeres. No quiero imaginar como lo paso María, sabiendo como sabemos que varias de las animadoras reciben cariñosas palizas de sus esposos con regularidad. Sin ir mas lejos, ayer una de ellas venia con el cuello vendado. Y estamos hablando de animadoras, que son las mujeres mas decididas, abiertas y concienciadas de los suburbios. Resultaba muy duro ver como miraban al suelo mientras María explicaba que las mujeres que reciben palizas sienten vergüenza, como si la culpa fuera de ellas, como si hubieran hecho algo malo y merecieran ese castigo, pero que no es así, que nadie tiene derecho a pegarles y que todos debemos mostrarles nuestro apoyo y ayudarlas, para que sepan que no están solas y que pueden acabar con eso. Y ellas mirándose para las sandalias.

No os quiero dejar con mal sabor de boca, porque ayer fue un día estupendo, aunque tuviera sus momentos profundos y algo amargos, así que os contare lo que hicimos después del curso. Por la noche, a eso de las ocho (aquí a las siete es noche cerrada), fuimos a un suburbio cercano a la oficina, a ver una representación callejera de las que organiza el personal del proyecto del SIDA. Fue precioso, precioso de verdad. Solo eran siete personas, dos tubos fluorescentes, un micrófono, una pandereta y un enorme corro de gente sentada en el suelo alrededor del “escenario”. La representación empieza con un poco de canto y baile, para atraer la atención de los pobladores del suburbio, aunque la verdad es que ya estaba mas que atraída. Uma (la belleza de ébano) cantaba con una voz profunda frente al micrófono y detrás de ella, sus compañeros de hacían los coros, un poco al estilo de las pandereteiras. Luego Uma se fue para atrás y el resto se puso a bailar en círculos, golpeando unos palos al ritmo de la voz de Uma. No me pude resistir a sacar una foto, aunque seguramente no salga nada.

Después empezó la representación, que constaba de varias historias cortas, aderezadas con algo de canto y con mucho ingenio para suplir la falta de decorados y de casi todo. La verdad es que me encanto y hasta yo, que no entiendo más que dos frases (literalmente) en tamil, pude seguir el hilo. Al final hubo una ovación cerrada.

Cuando nos marchábamos, los niños se dedicaron a seguirnos, como si fuéramos el flautista de Hammelin, gritando nuestros nombres y “foto, foto”. Por si fuera poco, me equivoque y me puse repetir “amma, amma”, que significa si, en vez de “il•la, il•la”, que significa no, así que, animados por mi, nos siguieron un buen rato, hasta que nos alejamos demasiado de su territorio y se volvieron.

Hoy nos toca la segunda parte del curso y mañana Ambal se va de boda, así que, le daremos un paseo a Vinay por los templos grandes (así de paso también los veo yo) y luego lo llevaremos a que le compre un regalo a su mujer y yo aprovechare para comprar los que me faltan. Día de asueto y de hacerse un poco la turista, for a change.

PD: Bea, me siguen llegando tus emilios, aunque parece que los míos no le llegan a nadie. Te acabo de mandar uno, pero por la tarde volveré a intentarlo desde una nueva dirección.


Esto ya es demasiado

Hoy me ha vuelto a pasar lo mismo, no es justo. Voy a pedirles un disquete de los que tengan ellos por aquí, asegurarme de que funciona y volver a la carga mañana. Así que al menos mañana compensaré con la publicación de dos crónicas.

Hoy ha sido un día muy interesante y aún quedan emociones, así que mañana espero poder dar rienda suelta al teclado.

Hala, os dejo, que tengo quehaceres.

PD: Bea, te he contestado al emilio último. Espero que esta vez te llegue.

martes, 24 de agosto de 2004

Más problemas con la técnología

Sé que esperáis mis extensos y amenos informes con fruición, pero hoy he vuelto a tener un percance con la tecnología (el ordenador de la oficina no me lee el disco en el que he grabado el archivo, aunque en el portátil de María se abre sin problemas). Así que nada, hasta mañana os quedáis con la intriga de cuales habrán sido mis actividades.

lunes, 23 de agosto de 2004

Plácido domingo

Es domingo, las dos menos veinte de la tarde y yo estoy rellena de arroz.

Hoy hemos ido a la escuela de danza donde María recibe clases de Bharatanatiam (danza tradicional), a ver bailar a las niñas y a comer, que nos invito su profesora. Lo del baile estuvo muy bien, las niñas eran muy lindas y estaban muy graciosas bailando. La comida, aun no he conseguido que me baje de la traquea la pila tamaño Everest de arroz que me sirvieron. ¡Y aun dijeron que habíamos comido poco! Torta de harina de lentejas, arroz con caldo acompañado de berenjenas y judías (por separado y preparadas de manera diferente), unas cortezas fritas de no se que, arroz con requesón, un caldo dulce con anacardos y rodajas de banana enana y de postre, helado de mango y vainilla. Vamos, que estoy que puedo ir rodando hasta Sri Lanka (bueno, si no fuera por el mar).

María, ensayando con cara de concentración total

Después de comer, hubo sesión de cantos, porque al parecer, la madre de la profesora fue una afamada cantante en sus tiempos y nos deleito con algunas canciones tradicionales tamiles. Al final, tuvimos que cantar nosotras, que no se quedaban tranquilas: yo “Canta miña compañeira” y a dúo con María, la primera estrofa del himno gallego. Eso luchando por no morir de sobredosis de arroz.

El domingo que viene le toca a María su última sesión de bailoteo, así que representara las tres danzas que ha aprendido y todos iremos a aplaudirle con entusiasmo.

Ayer fue un día especial, porque tocaba la última fase del concurso para los beneficiarios: la categoría de teatro y la entrega de premios. Empezaron los niños de las clases de apoyo y los clubes medioambientales. Aunque no me enteraba de una palabra me lo pase pipa, porque los niños lo viven de verdad y además, como el tema era el cambio que el proyecto había supuesto en sus vidas, se seguía bastante bien. Luego le toco el turno a las mujeres de los grupos de ahorro y las clases de educación no reglada, que también le ponían su mayor empeño, pero no tenían tanta gracia como los niños, aunque si mucha mas vergüenza.

Después, a comer por turno, primero los niños, luego los beneficiarios adultos y luego el personal de PDI y nosotras, claro. Mientras los niños comían me acerque a sacar fotos, pero no fue muy buena idea, porque empezaron a volverse locos y a dejar de comer, así que tuve que salir huyendo. Lo del acoso de los niños ayer fue demasiado para el cuerpo humano, en primer lugar, porque había como noventa, y en segundo lugar, porque estaban totalmente exaltados por el concurso, por los premios, por nuestra presencia y por la videocámara y las cámaras de fotos. Yo incluso tenía una fan, que se dedicaba a seguirme a todos lados. La niña era guapísima, con unos ojazos y una cara de pilla impresionante y se venia a mi vera en cuanto tenia ocasión, agarrándome el churidar o la mano. Como me hablaba todo el rato sin parar, le pregunte a Ambal como se dice “No hablo Tamil” para que comprendiera que no la entendía, ni podía contestarle. Una vez aclarado este punto, la niña se instituyo en mi guardaespaldas y se dedicaba a “espantarme los moscones” explicándoles mis escasas capacidades lingüísticas. Me quede con las ganas de sacarme una foto con ella, pero era imposible sacarse una foto con nadie, porque inmediatamente se hubiera formado una cola de 30 personas esperando el mismo privilegio. Tampoco me pude inmortalizar con mi amigo Kumar, que por cierto gano 2 premios, porque el tío se apunta a todo. Incluso estuvo amenizando los entreactos con sus canciones y bailes.


Participación de Kumar en la categoría de relatos orales

A la tarde nos tenían reservada la sorpresita de que la entrega de premios nos tocaba hacerla a nosotras, así que, ¡hala!, p’arriba del escenario y a entregar cacerolas. Porque los premios eran todo tipo de cacerolas, fiambreras, cueceleches y recipientes metálicos. La gente estaba encantada de la vida, subían a recibir sus regalos que ni los Oscar, vamos. Fue de lo mas bonito, porque había gente de todo tipo y de todas las edades. Un chico discapacitado por la polio, que gano tres premios se quiso sacar una foto conmigo y como había ganado, pues se salio con la suya. Pero luego todos los ganadores querían sacarse fotos y no acabábamos nunca, así que tuvimos que cortar el grifo fotero.

Hubo dos momentos tremendos, que casi me echo a llorar, aunque contados seguramente parecerán una tontería. Uno de los últimos premios que entregamos fue en la categoría de teatro, a un grupo en el que había dos señoras muy mayores (bueno, a lo mejor tenían 50 años, pero aparentaban 80). Estaban tan emocionadas, que una vino hacia nosotras y nos puso las manos en las mejillas y luego las paso por las suyas, lo cual quería indicar que le parecíamos muy guapas (en realidad, eso se debe a que nuestra piel es muy blanca, yo creo que se presenta la Camilla Parker-Bowles y les parece guapa igual). Pero es que a la otra no se le ocurrió nada mejor que arrodillársenos delante y tocarnos los pies. Vamos, eso se lo haces a un rey o algo así. A mí me daban ganas de arrodillarme y levantar a la señora y decirle que ella si que merecía todos los honores, a sus años participando, motivando a los demás y luchando por mejorar en la vida. Pero eso, además de imposible por problemillas lingüísticos, hubiera sido de lo más impropio, así que me tuve que aguantar.

El otro momento vino al final de todo, cuando ya se habían entregado los premios de participación y se estaba clausurando el acto. De repente suben al escenario dos de las jefas de grupo de ahorro con una maravillas de guirnaldas de sándalo y allá que nos las colocan, con todo el mundo aplaudiendo y puesto en pie. Ahí si que no llore de milagro. Ni que decir tiene que la guirnalda se viene conmigo para casa.

Hoy toca no hacer nada. Parece ser que la costumbre de pasarse el domingo vegetando esta bastante extendida en el mundo. En este momento María duerme en su cama, Ambalavanan hace otro tanto y Kavin, la niña florero, ve una horrible peli india de esas que bailan todo el rato y en las que el prota le saca 15 años a la chica. Manimekalai esta en la universidad, que tenia un curso. A Kavin le llamo la niña florero porque todo el tiempo que no esta en el colegio, lo pasa apampada delante de la tele y no habla con nadie que no sea su padre o su madre. A mi todavía no me ha dicho la primera palabra y llevo una semana viviendo en su casa. De hecho, me entere ayer o anteayer de que sabe hablar inglés.

La niña florero observa atentamente la tele mientras cena

Así que en resumidas cuentas, creo que voy a seguir la tradición y me voy a tumbar a la bartola a leer un rato. La bartola, por cierto, es el suelo :-D Hasta la próxima crónica desde Tamil Nadu.

domingo, 22 de agosto de 2004

Hasta el lunes

Ayer por la tarde me sentí en un documental. Habíamos ido a Ramamurthinagar, a visitar a una beneficiaria de las más antiguas del proyecto, pero cuando llegamos resultó que no estaba. Además, en el suburbio estaban de celebración y el estruendo de la música que salía de los altavoces que habían instalado impedía cualquier tipo de conversación, así que nos fuimos al suburbio de al lado a entrevistar a unas mujeres del grupo de autoayuda y a una beneficiaria del programa para discapacitados.


Casas del suburbio de Ramamurthinagar

Para los que no esteis muy familiarizados con los programas de IND, os contaré un poco lo que es un grupo de autoayuda. Varias mujeres de un suburbio (en este son 21) se juntan para ahorrar. Se abre una cuenta mancomunada que esté a nombre de todas, de modo que ninguna tenga el control y ellas acuerdan quién será presidenta, quién secretaria, quién tesorera y cuál debe ser su aportación mensual, que suele ir entre 20 y 50 rupias (entre 35 y 90 céntimos, más o menos el salario de un día de trabajo). Cuando juntan un poco de dinero, cualquiera de las integrantes del grupo puede pedir un crédito, para tapar un agujero, para pagar un gasto imprevisto, para comprar una gallina... El grupo decide qué créditos se conceden, el plazo de devolución y el interés y de este modo, los ahorros van creciendo. Cuando un gupo lleva un tiempo funcionando bien, se hace una inyección de dinero que les permita concederse créditos de más importancia, por ejemplo, para comprar una máquina de coser y hacerse modista (aquí es muy habitual comprar la tela y encargar que te cosan el churidar o la blusa del sari), comprar unas cabras, abrir una «petty shop» o un puesto de frutas, etc. El único requisito para entrar en el grupo es apuntarse a las clases de educación no formal. De este modo se cumplen dos funciones: la primera, no «dar» las cosas así por así, que las beneficiarias no aprendan a esperar limosnas, sino a conseguir las cosas con su trabajo y su interés, y la segunda, que aprecien una ventaja inmediata de la alfabetización, es decir: poder gestionar su dinero en el banco, saber leer lo que ponen las cartillas y los extractos, sumar y restar, etc. Y es que resulta muy difícil convencer de la importancia y la utilidad de estudiar a una persona que lleva 30 años en este mundo apañándoselas de lo mejor con su analfabetismo.

Reunión de un grupo de autoayuda

Pero volviendo al documental, cuando íbamos hacia la oficina en el auto, pasamos otra vez por el festival de Ramamurthinagar y con estos ojitos miopes pude observar a uno de esos tíos que agarran un pincho de semejante tamaño y se atraviesan las mejillas de parte a parte. Llevaba en la cabeza un tocado de flores en forma de semicircunferencia y no sé que alalalos colgando (no me dio tiempo a verlo muy bien) y allí estaba el hombre, todo quieto, con el pincho aquel atravesándole la cara de lado a lado, mientras los demás lo observaban con gran interés. Casi me da un paralís.

Después de comer y antes de ir al suburbio, pude comprobar que mis pies no están hechos para la India. Fuimos a comprar sandalias y en toda la tienda no había ni una sola de mujer que me sirviera. ¡Ni una sola! Al final me compré unas de hombre que a mí me gustan mucho, pero no os creáis que fue tan fácil la cosa, que al final casi no encuentro ninguna que me valga. Al parecer tengo el empeine demasiado curvado. Para las damas que me habéis encargado sandalias, cogí las más grandes que había para mujer, espero que os sirvan. Si no, que sepáis que puse empeño y gran amor :-)

Y siguiendo con el lado frívolo de la visita, también entramos en una tienda de artesanía. Casi me vuelvo turulata. De no ser por el espacio limitado de mis maletas, me llevo la tienda entera. No os podéis imaginar que cosas tan bonitas y a qué precios. Al final compré un Ganesh (el dios elefante) de terracota y un elefante negro cubierto de espejitos para mí y un par de regalitos para un caballero que vive en Baiona. Cuando ya nos íbamos de la tienda, descubrí la sección de colchas y similares y huí a toda pastilla antes de que el diablillo de mi hombro derecho le ganase la partida al angelito de la izquierda. La verdad es que cuando me dejó llevar por mi lado consumista aquí me vuelvo loca, porque todo es tan barato...

Cambiando de tema, empiezo a controlar el acento indio, lo que me congratula, porque los primeros días me sentía francamente imbécil. Además, empiezo a llevarme con el personal de PDI, sobre todo con Analakshmi, la trabajadora sanitaria y Rajalingam, que no tengo muy claro cual es su cargo, pero que parece un poco el chico para todo.

Analakshmi es todo sonrisas y canta con una voz prodigiosa. Es bajita, como casi todas las indias y tiene el pelo rizado, aunque lo lleva siempre en trenza, como no. Es muy alegre y espabilada y habla bastante bien inglés y además, dejó de llamarme «madam» a la primera que se lo pedí.

A ver si adivináis cuál es Analakshmi

Rajalingam es muy, muy delgadito y muy tímido. Dice «madam» cada 3 palabras y tartamudea un poco cuando habla con nosotras, porque nos considera «importantes», pero mucho más cuando habla con Ambal, que es su jefe. Con los beneficiarios no tartamudea, ni es tímido, sino que hace bromas y juega con los niños. Sus tartamudeos y su timidez se los causaron las brutales palizas que le pegaba su padre de pequeño, que le crearon un trauma, aunque parece que el trabajo en PDI le esta ayudando a superarlo poco a poco. Me da mucha rabia no poder comunicarme mejor con él, porque me gustaría hacerme su amiga.

También está Rebecca, a la que María llama «beauty queen» porque es muy guapa y se preocupa mucho por su aspecto. Es un poco como una niña, porque se aturulla un poco y se deja engañar por los beneficiarios que, por vergüenza, a veces no cuentan la verdad de cuánto ganan, de por qué han dejado de trabajar o de por qué llevan una venda.


Rebecca, alimentando a una cabra muy a su pesar :-D

Aunque para mí, la más guapa de todas, sin discusión, es Uma. Con ella no tengo relación porque no habla inglés, sólo nos sonreímos y nos saludamos, o le doy las gracias cuando me trae algo. Es impresionante, una belleza espectacular. Bajita, menuda, de piel muy, muy oscura y perfecta, con unos ojos negros, pero negros de verdad. Seguramente aquí no la consideren muy guapa, porque lo que gustan son las mujeres de piel cuanto más clara mejor y entradas en carnes. Os podéis imaginar que causo sensación :-D

Pero bueno, mi popularidad alcanza cotas insospechadas entre los niños. El otro día cometimos el error involuntario de intentar fotografiar la tienda que tiene Kabitha, una beneficiaria del programa para discapacitados, frente a un colegio a la hora de la salida. Resultó totalmente imposible, porque los niños nos rodearon como la marabunta gritando «hello, hello» y «yar name?». Yo sufro mucho, porque me encantan los niños, pero no puedo hacerles caso, porque como cometas el error de comunicarte con uno puedes morir aplastada por la avalancha. Sin ir más lejos, ese mismo día le dí la mano a uno y acto seguido tenia 15 o 20 manos tendidas hacia mí. Luego nos siguieron por todo el suburbio y se quedaron a la puerta de la casa que fuimos a visitar, esperando a que saliéramos. Era muy gracioso, porque a cada rato, la animadora salía a la puerta a «axotarlos», como si fueran gallinas.

La tienda de Kabitha, con Kabitha y su hermano dentro

Las animadoras son mujeres de cada suburbio que se dedican a identificar a las personas con problemas, que pueden acogerse a alguno de los programas y a motivar a todo el mundo para que se meta en los grupos de ahorro, en los clubes medioambientales, en las clases, que visiten a la trabajadora social, a planificación familiar, etc. También se dedican a llevar las estadísticas del suburbio y pasar esa información a la oficina de PDI. Y por supuesto, nos acompañan en las visitas a su suburbio.

Dentro de nada se marchará Ambal al templo, así que tengo que ir cortando, pero antes, os contaré algunas cosas curiosas o graciosas de la India:

-Cuando dan marcha atrás, los coches emiten una musiquilla que puede ser cualquier cosa, desde tamil tradicional hasta cumpleaños feliz.

-En las tiendas propiamente dichas (no en puestecillos ni furanchos) te ponen sillas frente al mostrador, para que te sientes mientras te enseñan los productos y te traen un refresco. ¡Que aprenda El Corte Ingles!

-A los restaurantes les llaman hoteles.

-En las calles, hay señales que dicen «Obedezca las señales de tráfico». Les hacen el mismo caso que a las demás.

-En la parte de atrás de todos los camiones y autos pone «toque el claxon». A esto sí que le hacen caso.

Y ahora sí que sí. Os dejo, que me espera mi deliciosa ducha. ¡Yuju!

PD: Mañana domingo no vendré a la oficina, así que no hay crónica. Hasta el lunes.

viernes, 20 de agosto de 2004

Rutinas matutinas

Después del desastre de ayer, vamos a ver si hoy tenemos más suerte con la tecnología.

Son las 8 de la mañana y llevo una hora despierta. Siempre me levanto a las siete, que es más o menos la hora en la que María se va a clases de danza tradicional. Me levanto y voy al servicio, que en realidad consiste en un agujero en el suelo. Mientras una hace sus cosas, se llena con agua un cubo que luego se vacía por el susodicho agujero, a modo de cisterna. Al principio me daba algo de grimilla, pero ahora ya tengo el tema superado, aunque conservo la occidental costumbre del uso de papel higiénico.

Después, viene mi primer pequeño placer matutino: voy a la cocina, abro la nevera y le pego un megatrago de medio litro a la botella de dos litros que guardo todas las noches para tenerla fresquita por la mañana. Como hace tanto calor, andamos todo el día cargando con una botella de litro para beber a cada rato y rehidratarnos y la rellenamos en donde sabemos que el agua es segura, como por ejemplo en la oficina. Evidentemente, por muy fría que esté esa agua cuando la metes en la botella, a lo largo del día se va convirtiendo en algo parecido a la manzanilla, solo que sin manzanilla. A veces, los beneficiarios de los suburbios te ofrecen una Mirinda (sí, sí, Mirinda) o un zumo de mango frío y ese placer es mucho mayor aún.

Hasta las 8.30 no empieza a pirarse el personal y a las 9 llega mi momento de intimidad. En un país con mil millones de habitantes que se empeñan en pasarse el día en la calle resulta bastante difícil conseguir un ratito de soledad, sobre todo si compartes habitación. Este es uno de mis momentos preferidos del día, sobre todo porque incluye otros dos de mis placeres.

El primero es la ducha. La ducha consiste en una habitación de alrededor de 1,5m2 con un sumidero en una esquina, estantes para los productos de aseo y un grifo con un gran barreño debajo y una jarra de un litro dentro. Es decir, que nos duchamos por el viejo estilo del cubo, solo que en lugar de calentar el agua, como hacia el dúo peluca, o la solista Maluca, según el caso, el barreño se llena un rato antes, para que se refresque. Porque en la India no es que no haya agua caliente, es que no la hay fría. Por las mañanas todavía sale algo fresquita, pero durante el día, como para ducharse en invierno en España bien a gusto.

Así que lavo mi ropa interior (la exterior la lava una mujer todas las mañanas, menos mal, porque no es ninguna coña lavar un churidar; y eso que yo no llevo sari) y luego, el duchazo: dos jarras para mojar el pelo y una para aclararlo. Con el cuerpo soy algo más generosa, pero siempre recordando que aquí el agua escasea. Tiruchy está al borde de un río bastante grande, más o menos como el Miño de ancho. Por desgracia para ellos, Karnataka está curso arriba, al borde del mismo río y además tiene una presa y no les abren las esclusas ni que los maten, por eso el río en realidad es prácticamente un cauce seco. Y también por eso no les tienen mucha estima a los de Karnataka por aquí.

Limpita y fresquita, voy a mi habitación, y me embadurno los pies, los brazos y la cara, que es lo único que se me ve, de ISDIN pantalla total (mi madre estará contenta) y dejo que lo chupe la piel, aunque creo que a partir de hoy me pasare al protector 15, a ver si me libro de este tono blanco pantalla de ordenador tan fantasmal que me adorna. Después me echo repelente de mosquitos. María dice que no hace falta hasta el atardecer, pero qué quieres que te diga, más vale prevenir que procurar. Por cierto, creo que anteayer me picó una pulga en un talón.

Para esas horas suele llegar María y mientras se ducha y se cambia de ropa, yo la espero tirada en el suelo de la sala, bajo el ventilador de techo, que es el más potente de la casa. Mi placer number three.

Y luego, a desayunar. Ambal, Manimekalai y Kabin desayunan antes, porque yo prefiero esperar a María y hacerlo juntas. El desayuno consiste en fruta (granadas, bananas enanas, guayaba, manzanas y uvas) y algún dulce indio, acompañado del resto del agua fría. En realidad, en el desayuno ellos comen lo mismo que a las demás horas, pero mi estomago no se lleva con el picante en ayunas.

El tema de las comidas tiene muy preocupado a Ambal, que cree que no me gustan y siempre anda buscando algo nuevo, a ver si me gusta. Esta idea suya viene de que no como casi nada. No es que no me guste, que me gusta, aunque algunas cosas son demasiado picantes, es que no tengo apetito. Supongo que será el calor, como cuando vivíamos en Ibiza, pero me sacio con muy poca cosa, lo cual me congratula. Fíjate que fácil era la solución a mis cuitas: 15 días en la India cada tres meses y asunto solucionado. :-)

Por cierto, a los que compartisteis conmigo la horrible cena a domicilio del Taj Mahal, que sepáis que la comida india no tiene nada que ver con eso y que aún no he probado el curri desde que estoy aquí. Para demostrarlo, estoy sacando fotos a la comida. :-D

Después de desayunar, nos lavamos los dientes, preparamos dos litros de agua para la noche (es decir, llenamos una botella de agua hervida y le echamos dos pastillas potabilizadoras), que dejamos en la nevera, agarramos las mochilas y las cámaras y nos vamos para la oficina.

Allí ya esta hace un rato Ambal, que se pasa siempre por el templo antes de ir a trabajar, y Bobby, que es la segunda “mandamás” de PDI (nuestra contraparte en la India) y la mano derecha de Ambal. Decidimos el programa para el día y auto que te crío.

Delante de la oficina hay una parada de autos y casi siempre nos lleva el mismo conductor, que es especialmente suicida, incluso para ser indio. Al principio me pasaba los trayectos rezando el rosario, más que nada por la vida de los pobres transeúntes que se cruzasen a nuestro paso, pero ahora ya lo tengo más asumido y voy más desahogada, así que me dedico a mirar hacia fuera, que es mucho más interesante.

María hablando con Beer

Anteayer visitamos a Beer, un antiguo beneficiario, o mejor dicho, a un beneficiario con solera, que yo ya conocía de fotos. Es un hombre ciego que, a través del proyecto, obtuvo el carnet de discapacitado y un crédito del gobierno para poner una “petty shop” (que es una tienda donde se venden todo tipo de cachibachadas de primera necesidad, incluidas las bebidas frías que nos ofrecen en los suburbios) en la parada del autobús para poder ganarse la vida, porque aquí, tener una discapacidad, sobre todo si eres pobre, suele marginar totalmente a la persona. Parece ser que le fue bien, porque ahora ha escalado la pirámide empresarial y tiene un puesto de alquiler de bicicletas, donde también vende algunos dulces. Además, como contribución al proyecto, vende preservativos y distribuye folletos informativos. La India es el país de Asia donde más gente muere por SIDA (aunque no se conocen datos de Corea del Norte ni de China) y la prevención es fundamental, porque los tratamientos son prohibitivos y están disponibles solo en las ciudades más grandes: en todo el estado de TamilNadu, sólo se pueden conseguir antirretrovirales en Chennai, a unos 300 km de Tiruchy. Y eso que el área metropolitana de Tiruchy tiene dos millones y medio de habitantes.

Después fuimos a ver a su hijo, que supuestamente tiene parálisis cerebral. La verdad es que fue la peor experiencia que he tenido hasta ahora y me dejó un poco bailando. No me apetece mucho contarla, pero creo que es cosa que se debe contar, aunque ahorrare detalles sórdidos. El niño, de unos 5 años, estaba desnudo, tumbado en una estera en el suelo, en una postura muy rara, como si no pudiera sujetar el cuello, medio retorcido. Tenía un ojo nublado, aunque la mirada del otro era despierta, pero triste. Por lo que nosotros pudimos ver, tenía movilidad al menos en las piernas, brazos y cintura y parecía seguir con claridad todo lo que pasaba a su alrededor. El médico de familia les había dicho que tiene parálisis cerebral y, teniendo en cuenta que aquí llevar a un niño enfermo al medico es todo un avance, no se puede esperar que nadie vaya a poner el diagnostico en duda, ni a pedir un especialista. Al final, conseguimos convencer a la familia de que lo llevasen al medico apropiado y quedamos en que PDI haría un seguimiento.

En el auto, de vuelta a la oficina, iba pensativa y con un nudo en la garganta. He visto mucha miseria e historias muy tristes desde que estoy aquí, pero este niño es la única persona que he conocido que no puede hacer nada por mejorar su situación. Recostado en su estera, no puede ni pedir ayuda, porque no sabe o no le han enseñado a hablar. La sensación de impotencia fue terrible y vuelve a serlo ahora que lo estoy escribiendo.

Ayer me llevaron a ver la otra oficina del proyecto, que está fuera de la ciudad, rodeada de lo que aquí llaman “the bush”, que son arbustos achaparrados, de unos dos metros. Muy chulo. Por cierto, que vi mis primeros monos, un adulto con una cría que nos miraba con mucho interés. También me metí por el bush, pero fue mala idea, porque está lleno de pinchos.


Vacas descansando tranquilamente en el bush, donde me llené los pies de pinchos

A la tarde visitamos otro suburbio, donde tuve un gran éxito entre los niños de la clase suplementaria, que me cantaron una canción y, por supuesto, esperaban a cambio que yo cantase otra. Interpreté una lamentable Rianxeira, aunque he de agradecer que María no tuviese la videocámara lista para grabar :-D

Antes de despedirme, un breve informe de la parte frívola. Anteayer por la tarde fui de compras con Bobby. Compramos un regalo para Ambal, que está de cumple el martes y yo por mi parte, regalitos para Moncho y mi hermano querido. También fiché algunas cosas que no pude comprar por no llevar más dinero encima. Ya tengo todo pensado, menos el de Federico, que se me está haciendo duro de pelar.

Bueno, no me enrollo más, que me toca ducharme. Besos mil.

Odio a Bill Gates

Esta mañana me levanté a las 7 y estuve escribiendo una bonita crónica para el blog en el portátil de María. Por desgracia, el muy cerdo se comió el archivo y lo he perdido todo, así que os toca esperar a mañana. Besos mil.

PD: Mamá, no me me mandes postales, que seguro que no llegan a tiempo.

miércoles, 18 de agosto de 2004

Un poquito de la India

Bueno, al fin, a costa de mi sueño, puedo encontrar un rato para escribir largo y tendido como la ocasión se merece.

Llevo tres días aquí y me parece que llevo muchísimo más.

Seguramente, la India es mucho de lo que todos imaginamos siempre: hay mucha pobreza. Todo esta sucio y huele mal en general. Las alcantarillas son abiertas y las calles, estrechísimas y sin asfaltar, de tierra naranja que con las lluvias se convertirá en un barrizal tremebundo. Ahora que no ha llovido, todo se llena del polvo que levanta el trafico de locos que hay aquí, compuesto principalmente de bicis, riksaws motorizados (les llaman «autos», pronunciado «otos») y motos, en las que casi siempre van dos personas o más, las mujeres sentadas de lado. En las calles más anchas y en las carreteras, que suelen estar asfaltadas, también hay autobuses, camiones, coches viejísimos, tipo los de Cuba -aunque aquí son todos blancos, los famosos Ambassador- y algunos coches modernos, que llaman la atención.


La parada de "autos" que hay delante de la oficina de PDI

Por las calles pasean libremente los animales, principalmente unas cabritas pequeñitas la mar de monas, aunque también hay alguna vaca, pero nada famélicas, como las que se ven en televisión. Al contrario, bastante gordechas. Hace un rato, sin ir mas lejos, he visto una rascándose alegremente la cabeza con el manillar de una bicicleta. A veces se ven gallinas, pero pocas.

Cuando recorro las calles a toda pastilla, asomada tímidamente por la «puerta» del auto (pongo «puerta», entre comillas, por que no es mas que un espacio abierto), a veces pienso que Tiruchy debe de parecerse bastante a lo que eran nuestras ciudades antiguas, con sus calles enrevesadas, sus talleres de pequeños artesanos, con el artesano trabajando sentado a la puerta, los vendedores pregonando su mercancía, los animales sueltos... aunque claro, aquí no hay caballos y entonces no había bicicletas ni autos.

Hay puestos de frutas maravillosos, con granadas pequeñas, pero de granos grandes y muy rojos, manzanas pequeñitas, perecidas a las de San Juan, guayabas, plátanos grandes y pequeños, e incluso de color naranja, chirimoyas, mangos, papayas, piñas, cocos verdes, para beber su agua y maduros, para comerlos y otras frutas que ni sé cómo se llaman. Algunos de estos puestecitos tienen ruedas y sus dueños los transportan de aquí a allá en sus bicicletas, pregonando la mercancía.

Y siempre hay movimiento: sea la hora que sea, se ve gente en la calle. Aunque parezca increíble, cuando veníamos en coche desde Chennai (Madras) veíamos gente a lo largo de todo el camino. ¡Y eso que salimos a la una y llegamos a las 7! Algunas de esas personas estaban durmiendo en el suelo, porque también es cierto eso de que mucha gente vive y duerme en la calle.

Los suburbios son otra cosa. En los suburbios las casa son todas de paja y adobe. Y pequeñas, muy pequeñas, con una sola habitación donde toda la familia come, duerme, vive y a veces se pelea y se mata. Por desgracia, demasiadas veces. Ayer conocí a una mujer... bueno, a una chica, porque sólo tenia 21 anos, aunque ya era madre de dos hijos, que dormían en el suelo sobre una estera, protegidos del calor por un ventilador eléctrico que probablemente tuviera casi tantos anos como su madre. Pues esta madre, nos contó que tenía «problemas» con su marido, por eso su hermana estaba viviendo ahora en la casa de al lado. Los problemas en concreto eran que el marido le pegaba, incluso embarazada. La última vez (con una tripa de 9 meses) la roció de queroseno y sólo la intervención de los vecinos pudo salvarla de la muerte.



Por suerte, ahora intervienen los vecinos. Ya no les parece normal que un marido queme viva a su mujer y corren a llamar a la oficina del proyecto a avisar a la trabajadora social para que llame a la policía cuando se oyen gritos en alguna casa.

Pero en los suburbios también he visto más cosas. He visto como unos niños sonrientes, limpios y bien peinados, se levantaban corriendo para venir a saludarnos, aunque la profesora de la clase de apoyo les dijese que no nos molestasen. En los proyectos de IND no se construye nada (eso es tarea del gobierno, no nuestra), así que las clases se dan bajo un árbol del suburbio o en el templo, pero les permiten recuperar el nivel normal para su edad y aspirar a recibir educación secundaria y quien sabe si más.

También he conocido a Rani, que con sus 22 años ya tiene 3 niños: uno de dos años y medio y dos gemelos recién nacidos. Rani era dinamizadora de uno de los suburbios, es decir, que su trabajo consistía en motivar a los demás habitantes y ayudar a organizar actividades de muchos tipos. Cuando se quedo embarazada del primer niño lo dejó, pero quiere volver cuando los gemelos sean un poco más mayores y no la necesiten tan continuamente. Ha estudiado hasta 10º curso y no quiere estudiar más, aunque su marido le insista para que lo haga. Ella dice que sólo quiere ser animadora, para que se apunte más gente al proyecto y poder ayudarles. Cuando María le dice que si estudia más podrá ayudar mejor al proyecto y a la comunidad, pone cara de que se lo va a pensar.

En general, la gente de los suburbios es amable y curiosa, sobre todo curiosa hacia mí. Seguramente nunca han visto una tía tan blancucha :-D El otro día no pararon hasta que aceptamos un zumo de mango cada una, que por cierto, estaba fresquito y delicioso. Los más entusiastas son los niños. Ayer conocí a uno llamado Kumar, que tendrá unos 9 años y que va para artista de cine. Se mete en el bolsillo a una habitación llena de gente en menos que canta un gallo. Como se descuiden, lo meto en la maleta y me lo llevo pa España.

Kumar y su hermana posan orgullosamente

Hoy hemos tenido un concurso de dibujo y otro de relatos. El tema, en ambos casos, era la repercusión del proyecto en las vidas de los participantes. Se presentaron 90 personas sólo en las categorías de discapacitados y mujeres de los grupos de ahorro. La más pequeña, una niña sorda y con malformaciones congénitas de unos 7 años. La mayor, una mujer de pelo totalmente blanco, que hizo con gran estilo un dibujo a favor del cuidado de la naturaleza.

Todavía nos queda un concurso de teatro. Los relatos de hoy y el teatro del próximo día son en tamil, claro. No me entero de nada, pero es bonito ver la manera de contar de cada uno y cómo reacciona el público. Estoy deseando que sea la entrega de premios, porque la gente está emocionadísima con el concurso. Es que estas personas tienen mucha ilusión, muchas ganas de hacer cosas y esta más que claro que en cuanto se les da la más mínima oportunidad, se ponen a ello con todas las ganas.

Es muy tarde ya, así que me voy a acostar, pero no sin antes informar del lado frívolo: ya me he comprado toda mi colección de verano de churidares y estoy de lo más mono :-) También he comprado algunos regalitos para llevar. Es agradable mezclarse entre la multitud de las zonas de tiendas, aunque, por desgracia, mi paliducha piel y mi pelo claro me delatan a kilómetros y todos se me quedan mirando. No me extraña, María es la única no india que he visto desde que estoy aquí... ¡Pero es que ella da el pego!

Besos para todos (esta despedida va en honor a mi hermano querido)

PD: ¿Alguien me puede contar un poco como van las Olimpiadas?
PDD: Mamá, pregúntale a Pepucha qué talla calza Carola, que le tengo que comprar unas sandalias, que me las encargó.
PDDD: Especial para Bea. Pichón, que cuando estaba embarcando en Vigo, a un pobre chico le hicieron dejar en tierra un abrelatas o sacacorchos o algo así, así que ya sabes, la lima de uñas y el cortaúñas, facturados.

lunes, 16 de agosto de 2004

Welcome to Tiruchy

Hola, niños y niñas:

Ya estoy en la India, con más calor que un pollo asao.

Ahora no tengo demasiado tiempo para escribir largo y tendido, porque para empezar, tengo que correr al banco a cambiar mis euros por rupias.

El viaje estuvo bien, no se hizo pesado, hasta que llegue a Chennai (Madrás) y tuvimos que ir para Tiruchy en coche 7 horas. Eso fue bastante chungo, la verdad, porque íbamos 5 en un coche tipo Twingo. Y no tengo palabras para describir el estilo de conducción de los indios. Hay que verlo, no hay modo de explicarlo. Además de que tocan el claxon cada 30 segundos y/o cada vez que se cruzan con un coche, los adelantamientos son un poema. Parece que van haciendo slalom.

De momento he visto poca cosa, salvo las afueras de Tiruchy, cuando llegamos la madrugada del domingo. Vi mucha pobreza, pero no me ha agobiado, de momento.

El domingo lo pasamos metidas en casa. Yo me pasé la mañana durmiendo y el resto del día leyendo y viendo películas indias tipo "del pitta pitta del". Son un poema, las pelis esas.

Esta mañana experimenté la sensación de tomarme un megabaño en un jacuzzi... sólo que en realidad me estaba duchando con un cubo de agua fresquita. Es curioso cómo se aprende a apreciar las cosas cuando te ves privada de ellas.

Ahora voy a ir al banco y después de comer, al primer suburbio. Ya tengo ganas.

Bueno, ahora tengo que cortar el rollo, porque tenemos que irnos a hacer nuestras cositas :-)

viernes, 13 de agosto de 2004

Adios, Vigo

Pues nada, al fin ha llegado el momento: dentro de 9 horas estaré subiendo al avión. Bueno, al avión para Madrid, porque el de la India me sale mañana sábado a las 6.20 de la mañana. ¡Menudo madrugón me espera!

Ayer ya estaba algo nerviosa, pero hoy tengo un gusanillo comiéndome el estómago que no me deja. No sé si será eso o el hambre, que no he desayunado.

Creo que lo que más me preocupa es el calor y no ser capaz de seguir el ritmo de María.

El miércoles fui a una farmacia a preguntar si tenían algo para subir la tensión y parece ser que eso no existe. Tendré que beber té... También estuve mirando las temperaturas de Madrás y Tiruchy y parece ser que las máximas andan por los 36 grados, pero con una sensación térmica bastante más alta.

Lo del ritmo de María no parece que tenga mucha solución. Ayer me comentó que se levanta a las seis de la mañana. No sé de qué me asombro, si va a clases de baile tradicional de 7 a 9... Espero no quedar de vaca dormilona si no me levanto hasta las 8.30...

En fin, ya se verá cuando esté allí. Ahora mismo, mi principal preocupación es que no me pierdan la maleta. Ya he metido las cosas imprescindibles en la bolsa de cabina, pero después de mi última experiencia maletil la verdad es que estoy bastante agobiada con el tema. Al menos esta vez no cometeré la estupidez de facturar un equipaje sin identificación.

Y nada más por ahora. Me quedan pocas horas y tengo que terminar de maquetar La linterna. La próxima desde Tiruchy, si no me derrito.

miércoles, 11 de agosto de 2004

Calentando motores

Pues nada, aquí estoy, a tres días del viaje, preparando los últimos cabos sueltos que me quedan.

Aún no me ha entrado la histeria pre viaje, pero sí que empiezo a tener algo de gusanillo.

Mis gestiones de hoy no han sido muy satisfactorias, así que tengo que apretar un poco más mi ya apretada agenda de esta semana para remendar los descosidos de hoy.

Bueno, no importa, ya dormiré en el viaje, que tiempo tendré de sobras. ¡Unas 24 horas entre aviones, aeropuertos y coche, contando desde Madrid! En fin, espero que no me dé el tabardillo...

Y por hoy, desconecto. Supongo que el viernes encontraré un momentito para despedirme. ¡Si no, la próxima va desde Tiruchy!