lunes, 6 de septiembre de 2004

De vuelta en la vieja Europa

Sentada en una sala de espera de la terminal internacional del aeropuerto de Frankfurt, con unos pantalones de loneta y una camiseta de algodón de manga corta, sólo los tatuajes de henna de mis manos pueden indicar que hace pocas horas mis ahora limpias sandalias (he ido al baño a lavarlas) y mis aún hinchadísimos pies estaban cubiertos del polvo de las calles de Tiruchy y Chennai.

Esto que estoy escribiendo ahora en el portátil de María no lo podré publicar hasta que llegue a casa, pero me ha parecido una buena forma de matar las casi 10 horas de enlace que nos toca chupar aquí.

Aunque empezó con mal pie, el viaje de Tiruchy a Chennai fue mucho mejor que el de llegada. Seguramente porque yo no llevaba 13 horas de avión encima del cuerpo y seguramente también porque todo ya era un poco familiar para mí.

Digo que la cosa empezó con mal pie, porque salimos de casa olvidándonos una de las maletas (concretamente, mi trolley de cabina) en el rellano de la escalera. Menos mal que todos los vecinos habían salido a despedirnos, se dieron cuenta y nos llamaron al móvil de Ambalavanan cuando aún estábamos llegando a las afueras de Tiruchy, así que la cosa no supuso mucho retraso.

No sé si por mi envergadura culil o por deferencia hacia “la nueva”, me dejaron sentarme junto al conductor, cosa que yo intenté aprovechar para sacar alguna foto. Empecé por el río Cauvery lleno de agua, pero la verdad es que la cosa fue un fiasco, porque no encontré ángulo por la velocidad del coche y porque el puente tenía un murete de piedra bastante alto. El resto de las fotos también fue bastante fracaso, salvo en las ocasiones en las que el conductor, muy solícito, aminoraba la velocidad o directamente paraba, para que yo pudiese despacharme a gusto. Lo malo fue que como me daba apuro que parase por mi culpa, pues dejé de hacer fotos, salvo en los momentos en los que parábamos por algún motivo determinado.

Los 320 kilómetros que separan Tiruchy de Chennai tienen un paisaje bastante uniforme. La tierra es llana y roja. Hay árboles a los bordes de la carretera casi todo el rato y se ven bosquecillos de palmeras y zonas de arbustos espinosos (el famoso bush donde me metí a pincharme los pies y a sacar un fiasco de foto a unas vacas). También algunos campos de cultivo bastante grandes, pero no he podido identificar de qué eran. A veces, algún otero rojizo y pelado de cima achaparrada. Y de vez en cuando, cruzamos alguna aldea o ciudad. Incluso cruzamos una bastante grande en la que había un mercado que parecía muy animado. Por desgracia no nos pudimos parar, pero me hubiera gustado.

A lo largo de todo el camino se ve gente que camina al borde de la carretera. Gente de todo tipo: hombres guiando carros de bueyes (otra de mis fotos frustradas), mujeres con grandes cántaros de agua, niños que van en grupo a la escuela, familias que no se sabe a dónde van, mujeres solas o en grupo, hombres en bicicleta... Precisamente, tuvimos un «pequeño incidente» con un hombre que iba en bicicleta, con una chica sentada atrás (recordemos que en la India las mujeres se sientan de lado en las bicis y motos) al que le pareció buena idea cruzar la carretera nacional a ritmo de gallina justo cuando veníamos nosotros a nuestra «velocidad punta» de 100km/hora. Yo me llevé un susto de muerte porque como iba delante tuve un privilegiado primer plano de la cara de horror de la chica al ver como irremisiblemente nos echábamos encima de sus piernas. Yo estaba convencida de que se las habíamos roto, pero no. Hubo suerte. Llevamos a la chica a un dispensario que por suerte había cerca donde le curaron las heridas y le pusieron la antitetánica y se marchó por su propio pie, así que espero que pronto se le pasen los moratones y se ponga bien.

Este fue el incidente más destacable del viaje, aunque en Chennai (donde, por increíble que parezca el tráfico es peor que en Tiruchy) tuvimos una rascada con otro coche, aunque ni nuestro conductor, ni el otro se molestaron en bajarse a mirar si había sido mucho la cosa.

Además de eso, paramos a desayunar unas dosas gigantes (son unas tortas parecidas a las filloas o a las crêpes que se comen acompañadas de cosas picantes, pero yo las tomo solas) en un bar de carretera, que según me pareció, era bastante «lujoso» para los estándares indios. Ahí hubo un detalle que no me gustó nada, porque el conductor no se sentó a la mesa con nosotros, sino en otra, separado. No sé si es que le apetecía estar solo y a su bola un rato o es que no se consideraba digno de nuestra compañía...

A mitad de camino, paramos a beber unos cocos que le compramos a un hombre que los vendía al borde de la carretera, lo cual es una cosa bastante frecuente. Se busca una sombrita al borde de una carretera principal, y allí se queda uno, con su carretilla llena de cocos y su machete, esperando a que pare alguien. Lo de los cocos es genial, porque tienen muchísima agua que siempre está fresquita y que además tiene la ventaja de ser completamente segura, libre de amebas, parásitos y otras cacolas perjudiciales p’al cuerpo humano. Para beberla se utiliza el sencillo procedimiento de pegarle un machetazo al coco en la parte de arriba, haciendo un agujero pequeñito por el que se mete una pajita. Cuando se acaba el agua, de otro machetazo se abre el coco por la mitad, para ver si tiene algo de pulpa y comerla con una cuchara, porque está muy muy tiernecita. Porque no he explicado que los cocos que se beben son los que aún están verdes («tender coconut») y cubiertos por una gruesa piel carnosa de color verde, parecida a la de las nueces. Esa cubierta es la que, al madurar, se va quedando hecha unas fibras marrones que después se usan para hacer esteras, bolsos, etc.

A lo largo del camino, sobre todo en puntos cruciales como puentes, pasos a nivel, etc. se ve bastante gente vendiendo cosas, sobre todo frutas y frutos secos (anacardos, principalmente, porque TamilNadu es el primer productor mundial). Tuvimos la «mala suerte» de tener que parar en un paso a nivel. Digo la mala suerte porque cuando vinieron los vendedores de fruta (mujeres y niños que vendían guayabas y anacardos) y vieron que en el coche aquel iba una guiri se montó semejante remolino alrededor que tuvimos que cerrar las ventanillas porque un niño tenía ya medio cuerpo dentro del coche. El niño repetía una palabra continuamente, pero yo no sabía lo que quería. Luego me enteré de que me pedía un bolígrafo y me quedé muy triste, porque yo llevaba tres en el bolso y no me hubiera costado nada dárselos. Es que aquí, a los niños lo que más les gusta en el mundo es un bolígrafo.

La última parte del viaje se hizo pesada, porque a medida que nos acercábamos a Chennai el calor y la humedad se iban haciendo insoportables y la ropa y el pelo se me pegaban al cuerpo. Para que os hagáis una idea del calor que hacía (aunque el cielo estaba cubierto) os diré que entrando en Chennai llovió un poco durante unos 10 o 15 minutos y cuando llegamos, las maletas que iban en la baca estaban completamente secas. Además, el tráfico de camiones se empezó a hacer densísimo (Chennai tiene 6 millones de habitantes) y el humo y la carbonilla entraba constantemente por la ventana y se me quedaba pegado a la piel y se me metía en los ojos. Cuando llegamos y nos metimos en un bar a comer, corrí a lavarme la cara, porque ya parecía un maquinista de tren del siglo XIX.

Y bueno, básicamente ese fue el viaje, porque de Chennai poco vi. La estación de tren es impresionante, preciosa. Bobby nos sacó una foto a María y a mí a la puerta, pero no sé aún qué tal habrá salido. También vi parte del centro de la ciudad y todas las afueras, claro. Los suburbios de las afueras no se diferencian en gran cosa de las de Tiruchy, salvo porque son muchísimo más grandes, pero el centro sí. En el centro de Chennai hay grandes edificios modernos y se ven bastantes mujeres vestidas a lo occidental y sentadas a horcajadas en las bicis y en las motos, aunque yo diría que no más de un 15 o 20 por ciento. Pero ya es algo.

Me quedé con ganas de acercarnos al puerto, que es muy importante y lo ha sido a lo largo de la historia y a la playa, porque es la segunda más grande del mundo, pero al final no pudo ser. El problema fue que Manimekalai (la mujer de Ambal) estaba casualmente en Chennai por un congreso de su trabajo y entre que llegamos súper tarde, fuimos a la agencia de viajes a que María confirmase su billete y nos logramos reunir con Manimekalai, pues se nos hizo de noche (aquí anochece tempranísimo por estar tan cerca del ecuador).

Así que pasamos el resto del día en una habitación de hotel que pillamos por unas horas para que María y yo nos pudiésemos cambiar y lavar para el viaje. La habitación me resulta difícil describirla, pero os aseguro que no se parecía en nada a lo que nosotros entendemos por hotel. Me dio un poco de mal rollo ducharme en el baño del pasillo, porque el pestillo no cerraba bien y me agobiaba pensar que pudiese entrar alguien. Por suerte no ocurrió :-)

Al ponerme la ropa que llevo ahora me sentí muy triste porque fue como la última despedida de la India y cuando bajamos a cenar a un restaurante cercano me encontré fuera de lugar entre tanto sari (María no tenía ropa española, así que se puso un sari grueso que le había regalado Vinay en Karnataka), como descolocada.

Y poco más. La despedida en el aeropuerto fue muy triste y yo, como siempre, me eché a llorar como la Magdalena, aunque conseguí aguantar hasta que fuimos para la cola de entrada y así no me vieron ellos. Es que encima, en el aeropuerto no se permite entrar a nadie que no tenga billete, así que nos tuvimos que decir adiós allí en el cochino aparcamiento. Y encima, con la manía esa que tienen los indios de no tocarse, sólo nos pudimos dar la mano lacónicamente. Menos mal que Bobby le echó un par y nos dio un abrazo como Dios manda.

Por si fuera poco y me estuviese resultando fácil aguantar la lagrimita, en el último momento Bobby sacó de la nada un gran (y muy pesado, por cierto, qué horror) paquete de regalo para mí. Me ha dicho que no lo abra hasta estar en España, pero yo ya sé que es: una caja entera de mini tetrabriks de Frooty. Al final no me consiguió el barril, pero se ha quedado bastante cerca.

En fin, pronto nos tocará embarcar, así que voy a cortar el rollo. Ahora a rezar a San Cucufate para que no nos pierdan el equipaje.

Blanca

PD: Esta postdata la añado en el momento de publicar esto: nos perdieron un bulto a cada una, aunque por suerte aparecieron a los dos días.

martes, 31 de agosto de 2004

Goodbye, Tiruchy

Pues nada, se acabó lo que se daba, nos piramos. Hoy es mi último día en Tiruchy y lo pasaremos atando los últimos cabos y haciendo las maletas. En el ordenador de Maria suena una triste canción de Juan Perro que no contribuye precisamente a animarme. Sé que pronto voy a ver a toda la gente que quiero y a poder disfrutar de las comodidades de una cama como Dios manda y a librarme del calor, pero me parece que la alegría por todo eso no llegará hasta que lleve un buen rato en el avión. De momento lo único que siento es pena por dejar esta tierra y a estas personas, muchas de las cuales considero ya mis amigos.

Me llevo 7 carretes de fotos, una maleta llena de regalos, los tobillos hinchados, el pelo enrojecido del sol, tres picaduras de mosquito que no dejan de picar, dos nighties, siete churidares, un par de sandalias y un precioso tatuaje de henna que me hizo ayer Bobby y que se irá borrando poco a poco . Lo que no se borrará nunca son los recuerdos y las experiencias que he compartido aquí y que en cierta medida han cambiado muchas cosas.

Mañana me espera un día en el bochorno de Chennai y después 25 horas de viaje. Nos vemos a la vuelta.

lunes, 30 de agosto de 2004

Las primeras despedidas

Este fin de semana ha sido de lo más aprovechadito. El sábado tuvimos el concurso del personal, en las categorías de dibujo y relatos orales y escritos. De los relatos no os puedo contar nada, porque todavía no sé de qué van, porque evidentemente están en tamil.

De los dibujos, me impresionó el de la ganadora del equipo del proyecto contra el SIDA y el VIH, porque además de estar muy bien dibujado, contaba su propia historia personal: cómo antes del proyecto ella trabajaba de coolie de sol a sol y por cuatro rupias. Es un dibujo precioso y los que vivís en Galicia lo podréis ver pronto en la exposición que vamos a montar con los trabajos ganadores. Os animo a visitarla, porque va a ser de lo más interesante.

Después del concurso y el reparto de premios, que nos volvió a tocar a María y a mi, vino la sesión de cierre y conclusiones de la visita con las animadoras de cada suburbio y los coordinadores de nuestro proyecto (Rajalingam, Rebeca y Analakshmi). Fue un momento tremendo, porque para mí fue como el principio de mi despedida. La gente dijo cosas muy bonitas y me di cuenta de que, al menos a las animadoras, nos las iba a ver más por lo menos hasta dentro de dos años, si es que puedo volver para entonces. Me puse muy triste y no quise decir nada, porque tenía la lagrimilla al borde del ojo y no quería llorar.

Lo mismo me paso anoche, que fue la despedida de Manimekalai. Esta mañana, a las 6, se marcho a un congreso a Chennai, así que ya no la veremos antes de marcharnos. Fue muy triste despedirnos, porque Manimekalai ha sido un encanto conmigo todo este tiempo y me ha tratado de lo mejor, sin conocerme de nada. Y sabes que no la vas a ver en mucho tiempo y encima, ni siquiera le puedes dar un abracito ni nada, porque aquí la gente solo se toca por casualidad. Es frustrante esa sensación.

El domingo, tocaba jornada festiva. Bueno, la mañana no fue festiva precisamente, porque María y yo asistimos la reunión mensual con los beneficiarios del proyecto del SIDA y el VIH. Para que os hagáis una idea, os contaré que en todo el estado de TamilNadu, que es una enormidad, con una población de 60 millones de personas, solo se pueden conseguir los medicamentos retrovirales en Chennai (Tiruchy esta a unos 320 km, lo que aquí significa 7 horas de coche). Bueno, eso el que se los pueda pagar, porque el precio es absolutamente prohibitivo. Creo recordar que Bobby me dijo que el precio es de unas 1.200 rupias al mes. En los suburbios, la gente gana entre 30 y 50 rupias al día, pero hay que tener en cuenta que no trabajan todos los días, porque dependen de la estación, de que haya trabajo, etc. Y cuando hablo de suburbios, no os penséis que son dos barrios marginaos, es una enorme parte de la población. Por ejemplo, en el proyecto del SIDA están trabajando en 72 suburbios, ni mas ni menos.

En el proyecto, como no se pueden conseguir retrovirales, se instruye a los beneficiarios sobre que hábitos pueden ayudar a mejorar su calidad de vida (por ejemplo, la alimentación, no reinfectarse, etc.) y se les proporciona tratamiento para las enfermedades que el SIDA les origina. Aun así, aquí la esperanza de vida para los enfermos es muy pequeña, acaso dos años.

Pero como iba diciendo, el domingo fue un día de celebraciones. Primero porque era el día en que María hacia su representación de Bharatanatiam, que le salio muy bien, aunque la asquerosa de la profesora no colaboró a ello precisamente. La tía le cambio la música y el orden de los pasos (para que fueran acordes con la música) dos horas antes de la representación. Además de María, bailo una niña que iba a clases con la misma profesora y que lo hacia de maravilla, era impresionante.


Fue un espectáculo ver como le iban poniendo encima todas las cosas del traje. Primero un postizo de pelo, que le llegaba la trenza casi hasta la rodilla. Luego todo el maquillaje, que no es ninguna tontería, porque son capas y capas. Y encima, te pintan la raya del ojo con una orquilla. Es para no perdérselo, vamos... A continuación, te cubren de diademas, pendientes, collares, pulseras, etc. por todas partes y luego todo lo que se denomina finamente cogote, con guirnaldas de jazmines. Para terminar, te enrollan una súper guirnalda de jazmines alrededor de la trenza. Las flores son preciosas, pero el enjoyamiento es para echarse a correr. Además, el maquillaje está diseñado para personas de piel muy oscura y a María no le favorecía, precisamente.

El bailoteo se celebro en la azotea de la casa de Sangheeta (la profesora), donde instalaron una carpa de muchos colores, como la que sale en La boda del monzón y después de terminados los bailes, nos ofrecieron dulces indios (a mí me gusta especialmente una especie de mousse naranja muy consistente que se llama kesari), bananas, café y una especie de Tang que seguramente la Sangheeta considerara muy distinguido, pero que es un asco. Vamos, a mí donde se me ponga un Frooti, que se quite todo :-)

Después del chow, Maria y yo invitamos a Ambal, Manimekalai y Kabin a cenar en el mejor restaurante de Tiruchy, como pequeña muestra de nuestro agradecimiento por lo bien que se han portado con nosotras, sobre todo conmigo, que no me conocían de nada y me han tenido en su casa como una más de la familia. Cenamos fuera, en un jardín, bajo un tejadito de madera recubierta de palma. A la mitad de la cena se puso a llover y se veían los relámpagos a lo lejos, fue muy chulo, aunque no tuvieran helado de mango (que me voy a ir de la India sin probarlo).

Como llovía, Manimekalai y Kabin, que habían venido en la moto con Ambal, se vinieron en el auto con nosotras, con la mala suerte de que nos tocó uno especialmente pequeño e íbamos como sardinas en lata, apechugándonos en cada bache y en cada curva. Eso si, nos partíamos de la risa.

Y al llegar a casa, como ya os he dicho, tocó la despedida. Mañana tocará la del personal del proyecto, espero ser capaz de aguantar la lagrimilla.

En fin, no me voy a enrollar más, que tenemos mucho que hacer: hoy toca traducir todos los relatos y las obras de teatro. ¡Casi nada!

domingo, 29 de agosto de 2004

Un poco de relajo

Si es verdad eso de que el sufrimiento fisico purga los pecados, ayer quede limpia de los que he cometido en esta vida, de los que me quedan por cometer y de alguno de mi proxima reencarnacion.

Como ya explique ayer, fuimos a visitar un templo, vamos el templo tocho de Tiruchy, como si estuvieramos en Leon y fuesemos a ver la catedral. Es que aqui hay templos enormes (modelo catedral), templos normales (modelo iglesia), minitemplos (tipo capillita), y microtemplos (tipo hornacina incrustada en la pared). Los minitemplos y los microtemplos estan por todo cuanto lado hay. Pero bueno, como iba diciendo, la visita fue una experiencia dolorosa porque en los templos hay que entrar descalzo y dada la hermosa temperatura que nos acompaño ayer, de unos 90 grados centigrados, las losas de piedra estaban como para hacerse unos langostinitos a la plancha en ellas. Asi que ya me veis a mi, corriendo a los saltitos de manera bastante ridicula en busca de la siguiente sombra. Yo me acordaba de los tios estos que cruzan las hogueras con las mujeres a cuestas en no se que fiestas tradicionales, pero vamos, esos a mi lado son unos pringaos, porque me gustaria a mi verlos cruzarse un patio del tamaño de la plaza de la Quintana sobre losas al rojo. Payos, sus juro por la gloria del patriarca, que si llego a estar en Atenas pulverizo algun record.

Por si fuera poco, a la entrada nos cascaron 10 rupias y luego tuve que pagar la friolera de 50 (el precio por cubierto de una comida en un restaurante) por el derecho a sacar fotos con mi propia camara. Direis que soy una pringada por pagarlas, pero es que 50 rupias no llegan a un euro y para un dia que me hago la torista, pues me apetecia sacar fotos. Ademas, una vez dentro, nos encontramos con que un monton de zonas estaban restringidas a los no hindues, asi que en cuanto me veian el careto, nos echaban p’atras. Y yo venga a decir, te lo juro por Visnu, payo, que yo soy mas hindu que nadie. Pero no colaba. Con Maria dudan y le preguntan si es de Karnataka (donde son mucho mas blanquitos que en TamilNadu). Ella, como sabe canares, les dice que si y tan contenta. Pero yo no doy el pego, claro.

En un sitio que si nos dejaron entrar, habia un altarcito con tres dioses de oro tamaño Nancy comunión que no llegue a saber bien cuales eran. Entrabas a una habitacioncita (todo esto de piedra) y habia el altarcito ese y un sacerdote de esos que van con una vestimenta que parece un pañal. El hombre nos solto un discurso en tamil, del que no me entere de nada, claro y luego nos echo por la cabeza un agua de flores que olia muy bien, nos puso un momentito un gorro de plata y nos dio unas hierbas que supuestamente habia que comerse, pero yo decidi que se las comiera Rita y me las guarde en la mano, para luego tirarlas en donde mejor me pareciese.

En fin, que al final, tanto darnos con la puerta en las narices acabo cabreando bastante a Vinay y a Maria, que en su vida habian visto eso de lugares restringidos para no hindues en los templos, asi que decidimos marcharnos. Yo di gracias mentalmente a Dios y a todos los santos por el fin del martirio y cuando recupere mis sandalias estuve besandolas 45 minutos con los ojos bañados en lagrimas.

Despues de esta grata experiencia, nos fuimos de compras, porque Vinay queria llevarles un churidar a su mujer y a su hija y yo aproveche para comprar tambien los ultimos regalos y de paso una chal de cachemir para mi, que no me pude resistir.

Por cierto, que con este calor se me estan hinchando los tobillos que no se que parezco. Ayer le dije de coña a Ambal que me habia picado un mosquito y habia pillado elefantiasis y el tio se lo creyo. Luego se quedo mas tranquilo al ver que el otro estaba igual y al explicarle yo que por la noche se me deshinchan bastante, pero que a lo largo del dia se me van hinchando otra vez. La primera semana no me pasaba, pero es que estos dias hace tanto calor que hasta los de aqui se quejan. La calle esta llena de gente con paraguas.


Pido disculpas si ofendo sensibilidades con esta foto, pero es para que os apiadéis de mí

Y hablando de paraguas, aqui sigue sin llover, pero por Karnataka debe de haber llovido a mares, porque han abierto la exclusa y ayer pude contemplar la hermosa vision del rio lleno de agua cuando ibamos en el taxi camino del templo. Una estampa muy diferente a la que vi a mi llegada y que, de alguna manera, me alegro un monton por dentro, sobre todo al ver la sonrisa de Bobby.

Maria me ha dicho que ahora saldran los cocodrilos. No se si se refiere a que saldran de los huevos o de su escondrijo, pero anda que no me haria ilusion ver uno. A ella no le hace un pelo de gracia, porque parece ser que el otro dia aparecio uno enorme en casa de unos señores, pero yo le he dicho que no sufra, que a la nuestra no pueden entrar, que no saben subir escaleras :-D Ahora espero que no se pongo ninguno a montar guardia en el portal :-P

A la noche, como se marchaba Vinay en el tren de las ocho, fuimos a despedirlo a la estacion. Tiruchy es un nido ferroviario y la estacion es bastante enorme. Hacia un calor bastante importante, pese a los ventiladores de techo que hay en los andenes. El tren llego con media hora de retraso, pero bueno, al menos pude ver un tren indio por dentro, que no parece precisamente el colmo de la comodidad (y no estoy teniendo en cuenta el aspecto del baño). Se me quitaron las ganas de ir en tren a Madras para pillar el avion. Intentamos sacarnos una foto dentro, pero pasaban miles de personas por los pasillos y desistimos. Asi que cuando el tren empezo a moverse, dejamos a Vinay bien empaquetadito dentro y nos fuimos, no sin antes parar en un puestecillo a que yo me comprase una botella de litro de Maa, o sea, zumo de mango. Creo que en la India sere recordada por siempre como “Frooti” (otra marca de zumo de mango), debido a las cantidades industriales que consumo. Bobby dice que me va a conseguir un barril para que me lo lleve pa España :-D

Bueno, os tengo que dejar, porque hoy Maria ha llegado un poco antes y ya nos tenemos que poner manos a la obra con el aseo y el desayuno. Hoy tenemos el concurso del personal del proyecto nuestro y del del SIDA, asi que va a ser un dia de lo mas aprovechable. Ya os contare mañana.

viernes, 27 de agosto de 2004

Me derrito

Poco a poco van pasando los días y solo me quedan cinco en la India, cuatro en Tiruchy. La sensación de que ya no me queda nada aquí se acentúa porque ya tenemos planificado lo que vamos a hacer cada uno de esos días, salvo el ultimo en Chennai, que no tenemos claro a que nos dedicaremos, porque parece ser que hay mucho que visitar.

Hoy a última hora de la tarde se marcha Vinay, pero antes tendremos tiempo de visitar algún templo y hacer algunas compras. El día se avecina caluroso de los temibles, así que me armaré de paciencia y de crema solar. Ojalá me hubiera traído el abanico que me regalo Marisa. Llamaría un montón la atención, pero francamente, a estas alturas ya no me importa, estoy más que acostumbrada a los ojos que me miran fijamente a medio metro de mi cara.

Ayer el curso estuvo bien, pero yo me aburrí un poco porque la mayoría de las cosas que tratamos ya las tengo más que superadas, pero aquí hay que bajarse a los mínimos más mínimos.

En un ejercicio, nos dividimos en cinco grupos: cuatro tenían que encontrar una solución a un problema que planteaba María y el otro tenia que decidir cuál había encontrado la solución más adecuada. El primer problema: las niñas dejan el colegio cuando alcanzan la pubertad. La solución: realizar una campaña de concienciación entre los padres sobre los beneficios de la educación. Parece que sobre el tema de los estudios los años de trabajo están dando buenos frutos y cada vez nos encontramos más madres y padres en los suburbios que quieren que sus niñas (y sus niños, claro, pero eso ya era bastante habitual) terminen la primaria e incluso la secundaria.

Lo peliagudo vino con el segundo problema: el 80% de las mujeres sufre algún tipo de violencia (malos tratos, violaciones, acoso sexual, etc.). Las soluciones en realidad consistían en “buscar explicaciones” para esta situación ―las mujeres casadas no deberían llevar churidar, sino sari; los problemas de las dotes; la mezcla de hombres y mujeres en el transporte publico; el alcoholismo, etc.― e intentar modificar esas causas, echando sobre todo la carga nuevamente sobre los hombros de las mujeres. A ningún grupo se le ocurrió que el pegar o violar a una persona nunca esta justificado, que no importa si llevas churidar o pantalón vaquero o minifalda; que por muy atestado que vaya el bus, los hombres no tienen derecho a toquetear a las mujeres como si les perteneciesen y que lo que hay que hacer para acabar con estas situaciones es concienciar a la sociedad de que la violencia contra las mujeres es un delito y no es justificable, que las que la sufren deben de encontrar apoyo y protección y que hay que denunciar a los agresores y juzgarlos. Estos conceptos para ellos resultan totalmente nuevos y a algunos y algunas les cuesta asimilarlos. Pero no nos debería extrañar, porque en el oído de muchas españolas todavía resuena el famoso “tienes que aguantar, por los niños”. Hasta que los niños se quedan sin madre.

Hoy no esta Ambal. Se marchó ayer todo contento con sus amigos a una boda. Nosotras planeábamos llevarnos a Manimekalai de juerga, es decir, a cenar fuera, pero al llegar a casa estábamos tan cansadas que cenamos y nos metimos en cama a las nueve y cuarto, cual gallináceas. Teniendo en cuenta el desfase horario, en España eran las seis menos cuarto. Bonita hora para acostarse. Me va a costar un poco volver a mis horarios habituales cuando regrese.

Y hablando de regresar, tengo unos horarios de vuelo abominables: salimos de Chennai el miércoles a la una y veinte de la mañana (o sea, siendo ya jueves) y llegamos a Frankfurt a las siete y veinte, hora local. Nueve horas y media de vuelo p’al cuerpo. Allí, nos espera la tontería de nueve horas largas de aeropuerto hasta las cinco menos diez que nos sale el vuelo a Madrid. Menos mal que María tiene amigos en Frankfurt y a lo mejor nos vienen a buscar y nos dan un garbeíllo. De todos modos, el garbeíllo tendrá que ser a su casa o algún otro sitio calentito, porque no vamos pertrechadas para el tiempo que esta haciendo en Alemania, por lo que nos han dicho. A Madrid llegamos a las siete y veinte de la tarde y nos tocan otras dos horas de aeropuerto hasta las nueve y media, que salimos para Santiago. No hay que olvidar que normalmente, a esas alturas yo en la India (donde será la una de la mañana) llevo unas dos horas dormida, como mínimo. La llegada, si todo va bien, es a las once menos veinte del jueves dos. Roguemos a San Cucufate por que nuestras maletas lleguen felizmente a destino y no se vayan de viaje sin nosotras a Kuala Lumpur.

Por cierto, mama, si te falta alguna moneda de Alemania, avísame, que intentare conseguírtela. De momento te tengo guardados los cambios que me dieron en el duty free del aeropuerto a la ida, pero creo que ya las tienes: un euro, cincuenta céntimos y veinte céntimos.

Tras este breve mensaje personal que sin duda sabréis perdonarme, porque al estúpido de mi servidor no le da la gana de enviar los emilios que escribo con tanto amor, os dejo porque me espera la ducha y el desayuno. No os quejéis, que ayer publiqué dos artículos y hay mucho que leer.

A los de Galicia, siento que agosto os haya venido pasado por agua, pero pensad que aquí llevan tres años esperando a que llueva (soy una mala persona, lo se). A los que estéis disfrutando de la playa o la piscina, sabed que os odio profundamente (la envidia me corroe) :-D Nat, si estas leyéndome, aquí serias muy feliz, no tendrías frío nunca.

Besos acaloraos.