Abro un ojo y veo que son las 4.14 de la mañana y, de paso, que por la puerta de atrás (que da a un huertecillo tapiado) entra la luz de una linterna que escudriña el interior de la casa. Me levanto de un salto y corro a ver quién hay. Durante un breve instante cruza mi mente la idea de que, después de todo, hay peores despertares que al ritmo de un villancico casposo. De pie, junto al murete del huerto hay tres policías que me enfocan con la linterna y me hablan en tamil. Les digo que no hablo tamil y, en inglés macarrónico, se desarrolla la siguiente conversación:
―La puerta está abierta.
―Sí,
―¿Dónde están los dueños de la casa?
―Con unos parientes.
―¿Hay algún hombre en la casa?
―¿Por qué? (Léase con cierto tono de cabreo)
―¿Su marido?
―No tengo (paso de dar explicaciones, a efectos prácticos, no tengo).
Mi respuesta los desconcierta de tal manera que sólo me dicen "Cierre la puerta". Cierro la puerta y me acuesto, pero con la cabeza llena de pensamientos paranoicos y preocupaciones que no me dejan conciliar el sueño en una hora o dos. Una lástima, porque a las 7.30 o las 8 la policía había vuelto y teníamos montado a la puerta de la casa un circo de vecinos de moito nabo. Me visto y salgo a poner paz, aunque acabo quedándome rabiando por dentro: un imbécil de vecino, el típico macito indio (no muy diferente del típico machito ibérico) se me pone a gritar que de dónde somos, que quién nos ha dado esta casa, que si no podemos dejar la puerta abierta por la noche, que a ver cuándo nos vamos. Y yo, que en circunstancias normales le hubiese dado una explicación detallada de por dónde se podía meter su interrogatorio, tengo que tragar quina y responder a sus impertinencias por respeto a los tíos de Sahayaraj. ¡¡¡@#$%&!!! La policía, que se había mantenido en un discreto segundo plano, se marcha sin decir ni pío y la cosa no va a más, aunque Bobby, al enterarse, promete cantarle las cuarenta al vecino gritón. Desafortunadamente, no sé su nombre ni recuerdo suficientemente bien su cara, así que nos quedamos con las ganas.
Por lo demás, las cosas siguen evolucionando muy bien. Cada año es diferente, pero al mismo tiempo igual: las reacciones, las reflexiones, la evolución del grupo respecto al proyecto me recuerdan tremendamente a las del año pasado, aunque por supuesto, las personas que lo integran son completamente distintas.
El martes tuvimos un día movidito:
-Por la mañana fuimos a visitar un taller itinerante de costura, que pasa 6 meses en cada aldea para que las mujeres puedan aprender el oficio y luego, gracias a un microcrédito del programa de generación de ingresos o de su grupo de ahorro, si pertenecen a uno, montar un pequeño taller de sastrería. El grupo se queda asombrado de lo mucho que trabajan estas mujeres y de lo fuertes que son. Todavía no han visto nada.
-Las visitas de la tarde empiezan con una representación de cuatro grupos de ahorro, incluida una mujer de 70 años, secretaria de su grupo. ¡70 años, que en la India equivalen, probablemente, a más de 80 en nuestro país! Y ahí está, la mujer, dando el callo y luchando por mejorar su situación y la de su familia. Terminamos la visita y caminamos con un palmeral a la derecha y una salina a la izquierda hacia la casa de una mujer que fabrica objetos de artesanía con hojas de palma, donde el grupo compra algunos regalitos para llevarse de recuerdo. Llega el momento de volver a la aldea para conocer a las niñas y niños de un grupo de clases de apoyo... pero de repente se cae el cielo en agua y, aunque Ambal había mandado venir la furgoneta a recogernos y ahorrarnos un paseo de unos 700 metros porque se temía lo peor, en el poco trecho que tenemos que recorrer para llegar hasta ella nos empapamos hasta las bragas (literalmente) y la pobre Paula, que llevaba un blusón blanco de algodón fino, se da cuenta de que, de repente, está lo mismo que si estuviese desnuda. Menos mal que mi dupata (el chal del churidar) le sirve para participar en la reunión con un poco de decencia. Los niños, como siempre, nos roban el corazón. Sobre todo Benjamin, una filusmía de niño que Sahayaraj levanta en peso para que Bobby lo "entreviste". Responde correctamente y con mucha decisión cuando se le pregunta por su nombre, cuando le preguntamos en qué curso está responde un poco dubitativo que en tercero (está en preescolar) y cuando le preguntamos si le gusta venir a las clases de apoyo se limita a levantar un dedo hacia el cielo, cual si esperase la caída de un Donuts y ya no lo sacamos de ahí.
El martes concluye con una excursión de compras (no muy satisfactorias) y, al llegar a casa, unas cervecitas que, secretamente, le había encargado a Ambal y a Saha para aprovechar que, por primera vez en la historia del Vanakkam, tenemos una nevera... que en Tiruchy ya no vamos a tener.
No sabes cuantísimo me anima leerte... Transmites las cosas de una forma tan sensible, no sé pero no me canso de leer como lo cuentas todo.
ResponderEliminarDesde luego la anécdota policial será para la historia, imagino tu cara de póker y las ganas de mandarlos a tomar polo cú! jajajaj
Te dejo un besote y te echo de menos!
PD: ¿no has leido el correo de implicadas? te he escrito sobre la imprenta alli.
BIkos!
Noe
Al machito ese le puedes dejar colgada una foto del chocho de la puerta de casa cuando te vayas con unos pelo pegados.
ResponderEliminarNkar
desde luego, lo que no os pase...
ResponderEliminarme alegra un montón comprobar que todo va bien. sigue contándonos, por favor. y confirma también que estáis lejos de todas estas lluvias torrenciales que asolan el norte de la India. gracias...
¡y un beso enorme!
Tienes un Blog de lo más interesante. Me he divertido y aprendido paseandolo. Gracias
ResponderEliminarHola, Juan:
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario, me alegro de que te haya gustado el blog.