jueves, 30 de agosto de 2007

The final countdown

Pues con la tontería van pasando los días y ya me quedan cuatro y uno fantasma, porque el lunes me lo voy a pasar camino a Chennai (entre 7y 8 horitas de coche para recorrer 320 km). Me da pena marcharme, aunque por otra parte ya empiezo a echar de menos mi camita ergonómica (hoy he dormido directamente en el suelo vil, porque la esterilla me daba demasiado calor), el agua fresca de la nevera y, sobre todo, no estar cubierta de una asquerosa mezcla de sudor, polvo y repelente para mosquitos tropicales las 24 horas del día.

Ayer terminé con las entrevistas. La última fue a Nullu Swamy, voluntario del suburbio de Koradan Thoppu. Se dedica a sensibilizar a la comunidad sobre el tema de la discriminación de las mujeres y a gestionar los problemas que puedan surgir en su entorno, solucionándolos cuando está en sus manos o acudiendo al personal del proyecto o a la policía cuando es necesario. Dice que su mayor sueño es que se acabe la práctica de la dote, que las mujeres y los hombres sean iguales en todo y que su mujer (que es líder de un grupo de ahorro) y él sigan siempre tan felices como ahora. Sus dos hijos son pequeños y por ahora les va diciendo que tienen que jugar igual con las niñas que con los niños, que no pasa nada porque se “mezclen” y que las niñas merecen el mismo respeto que los niños, pero me explica que cuando vayan creciendo ya les irá informando de otras cosas. Al terminar, me despido diciéndole que ojalá todos los hombres de la India fueran como él, pero me corrijo: ojalá todos los hombres del mundo fueran como él.

Nullu Swamy, en un momento de la entrevista.

Después de comer se puso a llover a cántaros, así que nuestros planes de acompañar a María en su ronda por los suburbios, para grabar algunas imágenes para el archivo y a gente diciendo “vanakkam” e “implícate” se vieron truncados, porque cuando llueve no se suelen celebrar reuniones ni actividades, más que nada porque la mayoría se hacen al aire libre y no resulta muy agradable. O sea, que será hoy cuando me dedique a tan bonito menester. Por ahora ya he grabado algunos “momentos vanakkam-implícate”, aprovechando que andaba por ahí haciendo entrevistas y es muy gracioso enseñarles a decir “implícate” y lograr que, cuando son varios (sobre todo cuando hablamos de 20 niños), lo digan todos a la vez. Me lo paso pipa grabando por los suburbios, aunque a veces los niños se vuelven un poco locos ante la visión de la cámara y se me meten delante del objetivo o se me colocan detrás para mirar por la pantallita digital a ver qué estoy grabando. Y eso que la mía (bueno, la de IND) es una videocámara doméstica corriente y moliente. Me sorprende que los pobres Tito y Marcos, con su mucho más grande y llamativa cámara profesional, lograsen grabar una sola imagen en la que no saliesen niños saltando como ranas :-D

¿A que tengo cara de seria y profesional?

En fin, son las 8.47 y tengo que ducharme y desayunar, o se me va a hacer tarde. Hoy no he escrito gran cosa, pero ayer fue un día poco activo, por lo de la lluvia (más o menos a las cinco estábamos ya metidas en casa viendo videos de La hora chanante y comiendo banana chips como unas vacaburras).

Muchos besos para todos.

PD1: Os recomiendo que hoy os paséis por el blog de IND, que hablo esta vez no es una vil adaptación traducida al gallego, como otros días (de verdad que yo pongo mi mejor intención, pero no me da el día para tanto) y la persona a la que está dedicada la crónica vale mucho la pena.
PD2: El Sr. Weasley no se va a morir.

martes, 28 de agosto de 2007

La reportera más dicharachera de Barrio Sésamo

Las 7.17 y ya empieza a no estarse bien en la azotea, aunque la alternativa (el horno que es nuestra habitación en casa de Ambal y Manimekalai) es, desde luego, mucho peor. Dentro de un rato entraré a ducharme y a tomarme unos tonopanes porque me temo que se avecina jaqueca, pero antes quiero aprovechar para contaros algo de mi nueva función de reportera más dicharachera de Barrio Sésamo. No sé si había mencionado ya que el proyecto de Tiruchy está a punto de cerrarse: quedan solo unas semanas para terminar la transferencia de las actividades a la comunidad, que se ha organizado en Consejos de Suburbio y Federaciones de Grupos de Ahorro y, por lo que parece, está funcionando muy bien. Muchísima gente se ha apuntado al voluntariado y no nos cabe la menor duda de que las cosas van a seguir su camino hacia el desarrollo. Ahora empezaremos nuevos proyectos en la zona: uno por la erradicación del infanticidio femenino en Salem y otro de desarrollo en toda una franja de pobreza entre Tiruchy y Karaikal, con una población beneficiaria de 32.000 personas, aunque para este la Xunta nos ha negado la financiación y ya nos estamos volviendo locas, a ver de dónde sacamos 60.000 € para sacarlo adelante. Pero bueno, estoy divagando. Como decía, se cierra el proyecto de Tiruchy, que ha sido muy especial para IND, porque ha sido el más grande hasta ahora y con el que hemos establecido unos lazos muy especiales con Tamil Nadu, así que hemos decidido dedicarle el año que viene (nuestros años los dictan los plazos de los proyectos y empiezan en otoño, como el curso): la agenda solidaria, que ya va a por su cuarta edición y muchas actividades estarán centradas en lo que ha sido nuestro proyecto más ambicioso hasta ahora y, por supuesto, el Implícate, la noche de música y palabra solidaria que celebramos cada mes de diciembre desde hace 3 años. Para los que no hayáis ido nunca, en el Implícate (denominado por mí “el eventaso”) se mezcla música con danza, poesía y teatro o cabaret, intercalando pequeños vídeos sobre el tema al que esté dedicado cada año (el año pasado, al microcrédito, por ejemplo). Los artistas participan de manera totalmente desinteresada (gente como Mercedes Peón, Uxía Xenlle, Manolo Rivas, Deluxe, Rosa Cedrón…), ponemos mesas para vender productos de comercio justo y merchandising de la organización y todo lo que se recauda es para financiar los proyectos. En fin, vuelvo a divagar.



Momento de una entrevista a una voluntaria sanitaria. Hacía tanto calor que hasta ella sudaba a mares.

El caso es que, como este año se va a dedicar al proyecto de Tiruchy, me ha tocado recoger el testigo de Tito y Marcos y ponerme a grabar imágenes de los suburbios, las actividades de la comunidad y una serie de entrevistas con personas que representen cada una de las actividades que se han desarrollado en el proyecto: clases de apoyo, alfabetización, grupos de ahorro, voluntariado sanitario y de género, programa de generación de ingresos… y, por supuesto, también al personal. Ayer estuve en dos suburbios, entrevistando a 5 personas y, aunque la mitad del tiempo no me enteraba mucho de lo que estaba pasando porque en la comunidad es raro encontrar un par de personas que chapurreen inglés, me lo pasé muy bien, porque hubo muchas risas y momentos muy bonitos, como por ejemplo cuando Ameetha Banu, una mujer con el pelo ya completamente blanco, me dijo casi con lágrimas en los ojos que le daba mucha pena que se acabara el proyecto porque para ella el personal de PDI era ya como de su familia y que los iba a echar mucho de menos. O también cuando Muthammal, que cuando empezó el proyecto no sabía ni escribir su nombre, nos contó que quería seguir estudiando, aprender todo lo posible, incluso inglés. O cuando, al terminar las entrevistas en Kajapettai, nos sentamos para descansar antes de salir para Ramamoorthi Nagar (el suburbio al que más cariño le tengo y uno de los de aspecto más pobre, porque casi todas las casas son de palma), todas a la puerta de una casa, bajo la sombra del alero y compartí un momento de cotidianidad con las trabajadoras y algunas de las beneficiarias, jugando con un niño pequeñito que se debatía entre el miedo y la curiosidad que le producía aquella tía tan rara de pelo y cara descoloridas.


El niño parece pensar: “De dónde ha salido esta paliducha y por qué dice cosas tan raras”.

Más tarde, en Ramamoorthi, un poco apuradas porque se nos acababa la luz (aquí anochece como a las 6.30), pude entrevistar a un chaval y una chavala de 14 años (Ramu y Lathu), nerviosos, pero orgullosos de contarnos lo mucho que habían mejorado gracias a las clases de apoyo, Lathu incluso ha sido la mejor de todo Tamil Nadu el año pasado, los planes y sueños que tienen para el futuro y lo contentos que están porque, ahora que han cumplido los 14, podrán integrarse en los clubs juveniles que se organizan en cada suburbio (y de los que ya os he hablado). Cuando nos marchamos, terminadas las entrevistas y con la noche ya cayendo sobre la ciudad, Ramu se levanta corriendo del grupo de estudio y viene hacia mí con la mano extendida diciendo “Nice to meet you”. Le respondo que el gusto es mío y le pido a Rebeca que les diga a él y a Lathu que sigan así, que son el futuro de la India. Y lo son.

lunes, 27 de agosto de 2007

Descanso dominical

Es domingo y llueve tímidamente. Los altavoces del minarete de la mezquita llaman a la oración, un sonido que ya apenas me perturba cuando se escucha en medio de la noche o de madrugada. El cielo tiene ese indescriptible color amarillo rojizo que en Ibiza indica que va a llover barro y toda la familia disfruta del día de descanso: María consulta el correo electrónico, Kavin y Ambal ven la tele y Manimekalai se afana en la cocina. Bueno, parece que no toda la familia descansa… Es curioso cómo la sensación de pertenecer un poquito a este lugar se ha ido haciendo más intensa a lo largo de esta visita.

Llevo tiempo queriendo escribir sobre una cosa que he ido postponiendo, sobre todo por el tema del pasaporte perdido y hallado en la oficina, y este momento de tranquilidad me parece perfecto. A diferencia de mi anterior visita, en la que no me moví de Tiruchy más que para ir a coger el avión a Chennai, esta vez he tenido mis buenas dosis de furgoneta y carretera y, durante esas horas y kilómetros me asaltó, inesperada pero nítida, una especie de revelación, una realidad que ya conocía sobre el papel, pero que se materializó ante mis ojos con una fuerza que me dejó casi noqueada. La India es unas 6,6 veces más grande que España y, si tenemos en cuenta que en nuestro país hay unos 44 millones de habitantes, trasladando la densidad de población vemos que a la India “le sobran” unos 800 millones de personas, ni más ni menos. Esta no es la revelación, es sólo un dato indicativo que explica por qué a lo largo de cualquier carretera, sin importar a dónde conduzca o lo importante que sea, se ven continuamente poblaciones, poblados, asentamientos, cabañas aisladas. Camino de Karaikal, supongo que por una obra, sufrimos un desvío de la carretera principal que nos condujo por una pista enrevesada que atravesaba campos de arroz y un sin fin de chozas construidas con hojas de palma, como para que venga el lobo, sople y las derrumbe. Atravesamos esos poblados sin electricidad, ni bombas de agua, ni rastro aparente de servicios como locutorio, letrinas, tiendas, escuelas… y de repente, la revelación. Así viven, sólo en la India, cientos de millones de personas (los millones que subsisten bajo el límite de la pobreza son 280 según las estadísticas oficiales, más de 400 según cálculos más realistas). Me sentí como si saliese de mi cuerpo y observase, desde la altura el mar de techos de palma y destartaladas azoteas de adobe, como si pudiese oír las voces de todos sus habitantes y me invadió un terrible desaliento, una desesperación insoportable al saber que esa marea humana podría dejar de sufrir si a algunos les diera la gana y, al mismo tiempo, tener casi la certeza absoluta de que no les va a dar la gana nunca.


Tejados de palma

Afortunadamente para mí, mi optimismo patológico me arrancó de los brazos de la revelación, ayudado por los recuerdos de las personas con las que he estado hablando estos días en los suburbios. A lo mejor, a esas personas tampoco les va a dar la gana de aguantar toda la santa vida que se las trate como si no perteneciesen a la especie humana. Algunas ya empiezan a negarse con gran aínco.

PD1: Mañana os cuento lo del masaje ayurvédico que nos regalamos María y yo esta mañana, que me he puesto muy seria y ahora no procede.
PD2: Segunda semana de castigo por las tardes para Harry. ¡Esparadrapo para esa boca!

domingo, 26 de agosto de 2007

Confesiones de una viajera desesperada

Seguramente, queridos fans (y sé que sois legión :-P) lleváis unos días preguntándoos a qué se debe mi silencio y por fin lo puedo confesar. No había dicho nada hasta ahora para no causar sustos innecesarios, pero no quiero empezar sin dar las gracias por su ayuda y su apoyo a Moncho, Bea y Jorge, que son los que se han llevado el susto necesario.

La cosa es que cuando llegué a Tiruchy de vuelta de Karaikal me di cuenta de que me había dejado allí mi carterita de Halcón Viajes con los billetes de avión, el pasaporte, todo mi dinero, el DNI y la Visa, ni más ni menos. De tía lista, cuando cambié los euros que me quedaban y me dieron la pila de billetes decidí esconder la carterita debajo del colchón y pensé: “Si lo guardo aquí me lo voy a olvidar… no, no, que no me olvido”. Pero me olvidé. El caso es que cuando llamamos para que la recogieran y me la hicieran llegar… no estaba. Buscaron por todas partes, yo vacié mis maletas (pese a estar completamente segura de que allí no estaba) y la carterita que no aparecía, así que al cabo de un día de búsqueda infructuosa allí y aquí, el viernes me lié la manta a la cabeza y me volví a Karaikal (7 horitas largas de carretera ida y vuelta), a ver si yo lo encontraba y, en caso contrario, a poner una denuncia en la comisaría. Desgraciadamente, por más que busqué no encontré ni rastro, así que a la policía que me fui. Os ahorro la descripción del momento surrealista en la comisaría (hicieron falta dos visitas y como 8 policías para poner la denuncia), pero sí os contaré que se negaron a darme copia de la denuncia, diciéndome que hasta el lunes nada, que era el procedimiento para casos de pasaportes perdidos o robados y que, por supuesto, mi presencia era necesaria para firmar el certificado.

Mientras tanto, mis intentos de contactar con la Embajada Española en Delhi y con Air France en Chennai (con la oficina de Vigo ya había hablado Moncho) resultaron infructuosos por diversas cuestiones de horarios de trabajo y líneas saturadas. Esto a viernes por la tarde y sin posibilidad de avanzar los trámites hasta el lunes, día que tendría que pasarme en la carretera para ir a Karaikal. Teniendo en cuenta que para entonces me quedaría una semana justa en la India y con las –nefastas– experiencias previas de IND con la embajada española como referencia, digamos que no estaba precisamente tranquila.

Por eso os imaginaréis mi cara de felicidad cuando, estando con Bobby a la caza de modelos de churidar cortos y sin mangas para plagiar (ya os contaré), me sonó el móvil y Ambal me informó encantado de la vida de que la carterita dichosa, con todo su contenido, había aparecido… en un sitio donde yo había mirado como 3 veces y donde, estoy segura, no la puse en ningún momento.

No resulta muy difícil deducir que alguien se acojonó en el momento que entró en juego la policía y la puso allí. Supongo que a Ambal no le hará gracia, porque eso significa que fue alguien de la oficina, pero yo estoy encantada de la vida, porque ya me veía camino de Delhi para arreglar lo del pasaporte.

Para celebrarlo, mañana domingo, día de repingo, vamos María y yo a que nos den un masaje ayurvédico, que dura dos horas y te deja (por lo que cuentan María y Bobby) como si acabaras de nacer. También tuve mi momento de celebración con Bobby, en el instante de recibir la noticia: aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y que estábamos en una tienda de ropa, me di a las compras compulsivas y adquirí tres churidares (uno para mí, dos para regalar), dos saris, dos nighties (uno tipo seda de Cachemira más chulo que un ocho, ambos para mí) y cuatro juegos de bangles (pulseras rígidas que llevan las indias en gran número).

Cuando llegué a casa, María casi me riñe por dejarme llevar así por mi adicción a la compra, pero en lugar de eso, lo celebramos con esta bonita foto para recordar el momento.


Yo como podéis apreciar, ya llevo puesto mi nighty nuevo, pero el cutrillo de algodón, no el chachipilongui de seda.

Hoy no tengo ganas de contar nada más, a ver si mañana saco un rato y os informo de mis deberes para los días que me quedan, que tengo que hacer unas cosas muy interesantes.

Besos felices y despreocupados.

PD1:¿Pero es que nadie más ve esos caballos esqueléticos? El 5º libro ya está en mi poder, espero no ventilármelo antes de marcharme y que me llegue para el avión (aunque seguramente dormiré casi todo el vuelo). Cris, no sufras, nada más lejos de mis intenciones que leerme el 7º libro sin pasar antes por el 5º y el 6º, sólo pensaba comprarlo aquí dando por sentado que sería mucho más barato que allí, pero dado que cuesta 1.000 Rs (unos 18 €), paso de ir cargando con él. El 5º, que es de pasta blanda, me ha costado 500 Rs. Teniendo en cuenta que, por ejemplo, el menú del día en un restaurante cuesta unas 25 Rs y los saris los hay desde 150 Rs (acrílicos, no de seda, claro), os hacéis una idea de lo CARÍSIMOS que son los libros aquí, sobre todo los que están en inglés.
PD2: En cuanto a si Harry es un maulas llorón como apunta Rosalía, prefiero discutirlo en persona ;-)
PD3: Moni, gracias por hacerme de mensajera con mis padres, que si no los pobres están incomunicados. El otro día mi madre amenazaba con comprarse un ordenador. A ver si es verdad, pero si siguen a golpe de módem no sé yo si le valdrá de mucho… (no te enfades, mami).

jueves, 23 de agosto de 2007

Adios, Karaikal

Son las 7.40 de la mañana y llevo una hora despierta. El calor de horno que hace en casa de Ambalavanan y la cama dura como una piedra que ahora mismo tortura mis posaderas no animan precisamente a hacerse la remolona.

Ayer nos despedimos de Karaikal y del mar ya definitivamente. Por la mañana hicimos un par de visitas y después de comer, carretera que te crió. Me ha dado pena dejar Karaikal, con su tranquilidad, sus canales, su brisa del mar y su naturaleza. En Tiruchy, aunque no tienes la sensación de estar en una ciudad tal y como la entendemos nosotros, tampoco tienes mucha oportunidad de ver plantas y animales, pero Karaikal es un distrito rural y he podido ver de todo. Además de la habitual fauna doméstica de cabras de diversos tamaños y colores, vacas, gallinas y cerdos (en la que incluyo los búfalos y otros bichejos menos agradables, como las cucarachas tamaño goma Milán nata, las escolopendras gigantes, las salamanquesas que, al caer la noche empiezan su escabechina de mosquitos y otros insectos en las proximidades del tubo de neón y unas hormigas minúsculas que, por alguna razón, gozan alimentándose de los dedos de mis pies), he tenido la oportunidad de ver elefantes, ardillas grandes y pequeñas correteando por los árboles y saliendo escopetadas de las cunetas al paso del auto, decenas de monos jugando entre las ramas de los banianos y alborotando con gran griterío, jabalinas con sus jabatos, la veloz sombra pálida de una mangosta, un par de camaleones, diminutos y pálidos cangrejos casi transparentes que habitan en agujeros excavados en la arena y mariposas como la palma de la mano de un niño. Pero lo que más hay es aves: desde los omnipresentes cuervos negros de pecho pardo y enorme pico recto y afilado, hasta los pavos reales (el pájaro nacional de la India) que viven en el bosque en total libertad, pasando por águilas pescadoras que planean sobre las marismas y se lanzan sobre su presa, igual que los martines pescadores, que atraviesan la superficie del agua como flechas verde mar. También he visto palomas enormes, pájaros mina caminando a saltitos y un sinfín de rapaces, aves marinas y otros pájaros que no podría identificar. Cuando anochece y al amanecer, las copas los árboles se llenan de un coro de voces que, salvo las de los pavos reales, no he oído nunca y me hacen sentirme, con solo cerrar los ojos, como si estuviera en la peli La selva esmeralda.


Aunque lleven generaciones y generaciones al servicio de los humanos, los búfalos, que a mí me parecen tan exóticos, conservan en la mirada ese algo de animal salvaje que te deja claro que no se andan con coñas.

Karaikal y Tiruchy son muy diferentes y no me refiero al hecho evidente de que el primero sea un distrito rural y la segunda una ciudad, sino a las personas del proyecto, a la comunidad beneficiaria. En las aldeas de Karaikal las casas son más grandes (tienen más espacio para construir que en la ciudad), hay árboles y flores, campos de cultivo y menos suciedad y en algunas se ve el mar (cosa que a veces te produce un destello de miedo cuando lo intuyes entre las palmas por el rabillo del ojo y lo imaginas retirándose a toda velocidad para abatirse con furia sobre las casas). La brisa alivia el calor y las vacas y las cabras comen hierbas, plantas y cortezas de los árboles, no despojos de las casas amontonados por las esquinas, pero en realidad, todo esto es un espejismo, porque en las aldeas de Karaikal la pobreza es mucho más grande que en los suburbios de Tiruchy. Y no me refiero sólo a la pobreza material. En estas aldeas todavía son mayoría las mujeres que viven cerradas en sus casas, sin salir más que lo imprescindible para realizar las labores de la casa; muchas de las que piden crédito lo hacen para financiar o mejorar los negocios de sus hijos adultos o de sus maridos, echándose a las espaldas una deuda que no va a repercutir en su bienestar, porque en la mayoría de ellas no gestionan el dinero de su familia (ayer hablé con una que había pedido un crédito para mejorar el taller de su marido que, ni corto ni perezoso, se había comprado una moto con los beneficios obtenidos de la mejora). Los hombres, o la mayoría, siguen sin implicarse en las labores comunitarias y familiares y en las entrevistas, a menudo se sientan junto a sus mujeres para supervisar lo que dicen… en el caso de que las dejen hablar y no respondan por ellas directamente. También se ven niños jugando por las calles en horas lectivas, o cargando agua, o cuidando del ganado. Se nota que, en los dos años que lleva el proyecto, se ha tenido que emplear demasiado tiempo y esfuerzo en mitigar, o al menos intentarlo, los efectos del tsunami y que el trabajo de desarrollo va mucho más lento que en Tiruchy.



Este niño, que debería estar en clase, aparentemente tiene claro que de mayor quiere ser estrella de cine. ¿Para qué va a ir al cole?

Sin embargo, ayer me entrevisté con Bavani, que tiene 18 años, vive con sus padres y por las mañanas da clases para otra ONG por 500 Rs al mes (unos 10 €). Bavani y otras chicas de la aldea, un reasentamiento post tsunami de casas clónicas y muy pequeñas, han formado un grupo de ahorro en el que ninguna supera los 24 años. Sonríe mucho y se esfuerza por contestar en inglés todo lo que puede, no le gusta no poder comunicarse directamente conmigo. Me cuenta que en el grupo no están haciendo actividades que no sean de ahorro, pero que van a organizar una campaña de presión para conseguir que les asfalten las calles de la aldea, que ahora mismo son de tierra apelmazada. Le preguntamos si discuten los problemas familiares entre ellas y si intentan buscar soluciones. Se enfada y nos dice que cuando lo intentan les dicen que se metan en sus asuntos y no las toman en serio porque son muy jóvenes, pero que no se piensa rendir, porque eso de ser tan jóvenes se les pasa pronto.

Empieza a oler a dosas, me voy a desayunar.

PD1: A partir de ahora, escribiré también la crónica del blog de IND (www.implicadas.blogspot.com), que será en gallego, pero os recomiendo que no os perdáis la crónica-resumen del Vanakkam que escribió Susana, es preciosa y refleja muy bien lo que ha sido el programa. ¡A lo mejor para el año que viene os animáis alguno a participar!
PD2: Tenías razón, Cris, ya me he ventilado el cuarto y ahora no tengo qué leer. Si me surge la oportunidad, hoy mismo me compraré el quinto en inglés, a ver si con eso aguanto hasta el final, aunque creo que aprovecharé para pillar el séptimo, que me saldrá más barato que en España. ¡Estoy deseando compartir impresiones con vosotros!
PD3: Muchas gracias a los que me dejáis vuestros comentarios, me gusta mucho leerlos, porque de lo contrario me da la sensación de que no escribo para nadie... ¡y me levanto a las 7 para hacerlo!