Viernes 7 de agosto y yo casi ni me he enterado de que estoy aquí, aunque al mismo tiempo parece que llevo muchísimo más de 5 días en el país. Ayer llegó, por fin, Bobby, a la que no había visto todavía porque estaba no sé donde en un curso. Bobby, que me recibe con una sonrisa de oreja a oreja desde lo alto de la escalera que conduce a la oficina. Bobby, que se deja abrazar y besar. Bobby, mi amiga, la que trae la revolución: ya nos ha organizado para hoy una excursión en barco y una sesión de masaje ayurvédico para cuando estemos en Tiruchy. Lo de la excursión en barco en realidad no surgió de ella, sino de una de las mujeres del programa de generación de ingresos con las que nos entrevistamos ayer por la mañana, mujeres fuertes y emprendedoras con historias que nos dejaron sin aliento (y a algunas, con lágrimas en los ojos) para bien y para mal. Como la historia de Neelawati (seguro que lo he escrito mal), que llevaba 10 años regentando la única tiendecita de su aldea de 65 casas cuando, con las compensaciones económicas que el gobierno entregó tras el tsunami, cuatro vecinos suyos decidieron abrir las suyas propias y hacerle boicot a Neelawati, difamándola y espantándole la clientela, hasta el punto de que tuvo que cerrar. Pero Neelawati contaba con el apoyo del proyecto, así que pidió 5000 rupias de crédito y montó un negocio de venta ambulante de comida: se levanta a las dos de la mañana para preparar sus productos y las cinco y el amanecer la encuentran ya en la playa, esperando a que los pescadores lleguen del mar para comprarle sus exquisiteces, y a las ocho vuelve a su aldea para encargarse de su casa y su familia. A sus vecinos boicoteadores no les va muy bien, con cuatro tiendas haciéndose la competencia en una aldea tan pequeña, pero Neelawati gana ahora 200 rupias más a la semana que antes del tsunami.
También escuchamos la historia de otra mujer (no recuerdo su nombre) que se casó antes de cumplir los 16 años y tuvo dos hijas y un hijo, un niño que el mar se llevó cuando solo tenía un año y medio. Nos lo cuenta tranquila, incluso a veces sonríe al relatar el infierno que el tsunami trajo a su vida. Y es que, cuando el gobierno le entregó a su familia 200.000 rupias de compensación empezaron todos sus problemas: inicialmente, decidieron guardar la mitad en un depósito para sus hijas y la otra mitad se la prestaron a unos parientes del marido a un pequeño interés. Sin embargo, cuando los parientes empezaron a devolver el crédito el dinero no parecía llegar a casa. Ella no dijo nada, porque ya se sabe que el marido es el amo y señor, pero cuando los ingresos del crédito se terminaron, el señor quiso retirar el depósito de sus hijas y eso sí que no. Ella se enfrentó con él, exigiéndole que le dijese a dónde había ido a parar todo el dinero que faltaba, pero no obtuvo respuesta, sino una serie de palizas y abusos cuyas cicatrices todavía se notan hoy en su frente. Para colmo de males, ella descubrió que su marido tenía una amante en la que se gastaba todo el dinero y, cuando reunió a algunos familiares para enfrentarlo, el fulano se llevó todas sus cosas y se fue con la amante, dejando a su mujer y a sus hijos abandonados y sin ingresos. Probablemente pensaréis que casi salió ganando, pero en estas comunidades una mujer sola tiene que enfrentarse, no solo al desprecio de la sociedad, sino a la violencia de otros hombres que pretenderán aprovecharse de ella. Por eso cayó en una depresión hasta que, con la ayuda de la consejera familiar del proyecto, recuperó a su marido con el que vuelve a vivir desde hace un año. Le preguntamos si es feliz y nos responde que no especialmente, pero que al menos tiene una vida tranquila y que su negocio de venta de saris (que montó con un crédito del proyecto) y el apoyo de sus compañeras del grupo de ahorro le hacen sentirse más persona.
La verdad es que ayer fue un día de momentos muy intensos, con la reunión de la mañana y las visitas de la tarde a un grupo de ahorro para personas con discapacidad y a Tsunami Nagar, donde vive realojada lejos del mar la primera comunidad con la que entramos en contacto después del tsunami y que nos contaron algunas cosas tan terribles que preferí no traducirles a las niñas hasta llegar a casa para que no llorasen delante de las mujeres. A vosotros tampoco os las voy a contar.
Pero no todo son historias tristes: también están los momentos bonitos o divertidos, desde las risas de los niños cuando juegan con nosotras e intentan enseñarnos palabras en tamil, hasta los gritos en medio de la noche provocados por la visita inesperada de un murciélago que estaba, el pobre, bastante más asustado que las locas que chillaban y se escondían de él en el baño. También están los baños, completamente vestidas, en el Índico; los zumos de piña o de sandía, fresquitos y recién exprimidos; el pastel para celebrar el cumpleaños de la Reimon, aunque ella esté ahora mismo en Etiopía; las compras o los trayectos en furgoneta cantando y bailando con las chicas de PDI, que se parten de risa con nuestra poca vergüenza y compostura.
Risas
Amigas
Mar
En estos días que no he escrito, hemos conocido a muchas más personas de la comunidad, que nos han hablado de su vida y su trabajo: chicas y chicos de los clubs de juventud, voluntarias sanitarias, mujeres de los grupos de ahorro... Pero ya son las nueve menos cuarto y tengo que hacer la maleta, porque esta tarde nos vamos a Tiruchy y antes tenemos un barco que coger. Pero si queréis más detalles sobre todas estas visitas, os recomiendo que visitéis el blog de Implicadas (http://www.implicadas.blogspot.com/).
No quiero despedirme sin dejar constancia del horrible, horrible calor que hace: con mínimas nocturnas de 30 grados os podéis imaginar el calor que hace durante el día. La actividad física más mínima hace que sudes por partes de tu cuerpo que no sabías ni que tenías y permanecer, aún a la sombra, en cualquier lugar donde no corra brisa o haya un ventilador es una auténtica tortura que hace que te cueste hasta respirar. Ambal dice que este bochorno insoportable se debe al "monsoon failure" (algo así como "monzón frustrado", es decir, que debería llover a cántaros, pero no llueve) y mientras no llueva solo va a ir la cosa a peor. Desgraciadamente, según el pronóstico del tiempo no va a llover mientras estemos aquí y para el día de nuestra marcha (nos esperan 8 horas de carretera sin aire acondicionado, por supuesto) dan sensaciones térmicas de 50 grados. A mis niñas no se lo he dicho, porque para qué. La verdad es que lo están llevando como unas campeonas, así que creo que lo resistirán (aunque me gustaría poder decir lo mismo de mí con tanta seguridad).
Besos acalorados.
PD: No hay manera de que me carguen bien las fotos y salen raras. A la vuelta lo arreglo.
ya se te echaba de menos, Blanca
ResponderEliminarlo del murciélago me ha dejado petrificado
guay lo de la tarta de María
qué calores tienes que estar pasando
las historias, impactantes, como siempre
a seguir así
beso grande air co
Otro beso grande y refrescante. Las historias me han dejado acongojada, fragmentos como "le preguntamos si es feliz y nos responde que no especialmente" caen como una pedrada... lo que hacéis es increíble. Y me alegro de que haya también momentos buenísimos, baños, risas y sandía y piña. Un placer leerte, Blanche.
ResponderEliminarMaya
Gracias por los comentarios, chicos.
ResponderEliminarEl calor no lo podeis ni imaginar. Te duchas y ya estas cubierta de sudor antes de terminar de vestirte. Pero vale la pena :-)