viernes, 17 de noviembre de 2006

Y los viejos cuentan...

Con tristeza que en el mar hubo mil ballenas... pero se ve que son seres normales y en invierno les molesta la rasca, así que se van al sur y las pobres jovencitas españolas que quieren verlas en noviembre, pues se tienen que fastidiar. O sea, que de whale watching nada de nada. Ni siquiera están abiertas las empresas de excursiones...

Vista general del "salón" donde cenamos, que en realidad era una pista de hockey hielo

Pero en fin, empecemos por el principio: la cena de clausura de la Cumbre. Pues estuvo muy bien, aunque como estábamos cansadas se nos hizo un poco larga (realmente, para los hábitos canadienses duró hasta las tantas, porque salimos de allí casi a las 12 de la noche). Nos sentamos en la mesa con un chico colombiano encantador que habíamos conocido esa tarde (concejal de la ciudad de Medellín), una estadounidense que llevaba dos años estudiando en Argentina, una periodista de Halifax simpatiquísima, una pareja asiática con la que ni intercambié palabra y nadie me presentó (no sé ni de qué país eran, pero tenían que ser de Extremo Oriente) y otra pareja estadounidense, que no sé de qué organización eran, pero sí eran majetes. Nos dieron de cenar una ensalada con mango (muy canadiense) y gambas a la plancha (3) y un plato un poco peculiar en el que había arroz con verduras (zanahorias y boniato, creo) en el centro y salmón a un lado y pechuga de pollo al otro. Estaba rico. La verdad es que nos echamos unas risas, porque la conversación estuvo muy animada y el colombiano (Mauricio) era coñerísimo. Además, después de cenar, se nos unió un compañero suyo (Sebastián) que se nos había perdido y entre los dos ya fue demasiado. Sólo nos callamos durante el discurso de clausura del Yunus (hubo otros discursos, pero no les hicimos mucho caso, la verdad. Total, decían todos lo mismo...)

Parte de nuestra mesa: Mauricio, Andrea, yo, Sebastián, la estadounidense argentinizada, la pareja estadounidense y un acoplao. La periodista y los asiáticos no salen.

Después de la cena hubo algunas actuaciones musicales de la Filarmónica de Nueva Escocia con varios grupos de música tradicional de allí y un par de agrupaciones de baile. El folclore típico de aquí es bastante a lo celta, con esas danzas que se bailan muy recto, moviendo sólo los pies. También hubo un indio (nativo canadiense) que cantó una canción tradicional india, un gaitero tipo escocés... en fin, variadito.

Highlinder con filarmónica. La foto es rara porque la saqué a una de las pantallas gigantes, que desde donde yo estaba salían liliputienses.

Al acabar, la gente de nuestra mesa se fue a tomar unas cervecitas, pero nosotras estábamos muy cansadas y nos fuimos a cama. ¡Ah, me olvidaba! Que cuando finalmente acabó el espectáculo y la gente se estaba marchando, nos sacamos una foto con Yunus, gracias a Mauricio, que nos coló y nos pasamos por delante de una fila como de 6.000 personas (dato algo exagerado, porque a la Cumbre asistimos exactamente 2.222).

Codeándonos con un premio Nobel

Y así se acabó el miércoles y la Cumbre del Microcrédito.

El jueves amaneció un sol radiante, pero a las 9.30 ya se había cubierto por completo. Todas ilusionadas, bajamos al puerto en busca de la oficina de información turística, para que nos informaran de cómo hacer para ir a ver ballenas y sobre el bus turístico (de esos rojitos). Como ya acabo de decir, ni ballenas, ni siquiera busito turístico, porque aquí, a partir de octubre, todo está “Closed for the Season”, es decir, cerrado hasta la primavera. El puerto es precioso, muy típico, con su pasarela de madera, sus veleros, sus casetas de madera y hasta su carpintería de rivera. Pero por desgracias, las empresas de excursiones y las tiendas de regalos están todas cerradas. ¡Hasta un restaurante enorme que hay, construido sobre un malecón, con una terraza preciosa, está cerrado! Y lo mejor de todo es que por dentro estaba todo decorado para la Navidad... en fin, están locos, estos canadienses.

Sin embargo, en la oficina de información turística nos dieron unos papelitos de un par de empresas que estaban abiertas (para excursiones en furgo) y llamamos. Nos ofrecieron un par de opciones, pero al final nos decantamos por la excursión más larga, que son como 6 o 7 horas todo por la costa hacia el sur, hasta un pueblo que se llama Lunenburg y que es patrimonio de la UNESCO. (www.town.lunenburg.ns.ca). Por lo que he visto en postales y tal, es precioso. De camino se pasa por un montón de sitios bonitos y pintorescos, como Peggy’s Cove (“la cala de Peggy”) un pueblo de marineros que sale en 50.000 postales, así que debe de ser muy bonito. Lo malo es que, como no nos decidimos en el momento y llamamos al tío un poco más tarde, se nos adelantaron otras personas, que le pidieron la excursión sólo hasta Peggy’s Cove. Así que la cosa está así: el chico (Robert, por cierto) va a intentar convencerlos de ir a Lunenburg todos juntos, pero si no lo consigue, tendremos que conformarnos con ir a Peggy’s Cove. Bueno, como no tenemos más opciones, pues nos conformamos con alegría. Ya contaré.

En cuanto a nuestro día de turismeo en Halifax, después de recorrer a gusto el puerto y comprar algunos recuerdos en la única tienda de regalos que vimos abierta (la mujer debió de quedar encantada, con todo lo que nos llevamos entre las dos), cogimos el ferry para cruzar al pueblo del otro lado del estuario, que se llama Darmouth. O sea, ir a Cangas por ver Vigo. Tal cual, porque lo hicimos sólo para poder ver todo el frente de Halifax desde el mar. Para esas alturas empezaba a meterse una bruma considerable, pero aún así pudimos sacar bastantes fotos y grabamos bastante vídeo. Y por cierto, en el ferry de vuelta casi vimos una foca. Digo casi, porque la vieron unos chicos que había al lado, mirando por la borda. Pero cuando miramos nosotras ya no estaba. A ver si mañana hay más suerte y vemos aunque sea un frailecillo...

Sitting at the dock of the bay wasting time...

Después subimos a comer a un vegetariano que hay al lado del hotel (y de paso dejar todas las compras para no ir cargando con ellas), antes de subir hasta la ciudadela, una fortaleza inglesa del siglo XVIII desde donde se domina toda la ciudad. Por desgracia, para cuando llegamos arriba, la niebla se había cerrado de tal manera que no se veía ni raba desde allí (y encima nos mojábamos todas), pero al menos vimos la ciudadela en sí y pillamos unas hojas de arce muy amarillitas.

Entrando a la fortaleza, con ramo de hojas de arce.

Total, que nos bajamos de la ciudadela y seguimos paseando un poco por Halifax, aunque sin saber del todo bien a dónde íbamos. Tampoco es que importe mucho, porque la verdad es que es una ciudad muy bonita, con unas casas de madera pintadas de colorines que da gusto verlas, y cantidad de árboles por todas partes.

En fin, que no me enrollo más, porque son las 8 y a las 9.30 nos recoge Robert para el viaje sin determinar y aún no me he duchado ni he desayunado.

Muchos besos y esta noche os cuento.


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